Rodrigo Caballero
Rodrigo Caballero

Carísimo

Caro, amigo, es un termo que si usted lo revienta contra la ventana trasera de la camioneta en la que viaja el presidente del Codicen, Robert Silva, no logra romperle el vidrio.

Caro es un termo que, al impactar el vehículo oficial, se abolla y pierde su capacidad esencial de mantener la temperatura. Uno que además de fracasar en su intento de demostrarle al jerarca el error en el que está incurriendo al venir acá a provocar, lo deja en orsai frente a los compañeros del comité, cuando al día siguiente, mientras intercambian ideas sobre cómo enfrentar a la derecha rancia que pretende desmantelar la Educación, usted le alcanza al compañero a su lado, un mate frío.

Caro, amigo, es otra cosa. No este termo revolucionario.

Ahora, si el columnista decide dejar de hacerse el chistoso y empezar a escribir en serio, tendría que decir que caro, lo que se dice caro, es lo que debería costarle a su autor, la citada agresión. El hombre de 44 años, identificado gracias a la filmación que lo muestra in fraganti, declarará el jueves ante Fiscalía. Y quizá recule en chancletas, como lo hicieron los estudiantes y profesores agremiados que el 25 de agosto se reunieron en la Piedra Alta para cantarle hijo de puta al Presidente Lacalle.

Esos que luego dijeron que no, que en realidad la canción decía hijo de yuta, o sea hijo de la Policía, bajo el entendido que es más ofensivo decirle a alguien que su madre ejerce la función policial que el meretricio. También le hicieron saber, mediante otras estrofas, que en su cargo lo puso el FMI. En cada verso entonado por la barra, quedó muy claro que en la educación urge un cambio. Y que va a ser caro el precio que habremos de pagar como sociedad si ese cambio no viene pronto y de manera contundente.

Carísimo nos va a costar que nuestros niños y adolescentes sigan pasando gran parte del día junto a adultos que, en rol de referentes y educadores, insultan al que piensa distinto y mienten para desacreditarlo.

Porque, sin ir más lejos, es mentira que a Lacalle Pou lo puso el Fondo, como dice la canción. A Lacalle Pou lo puso el pueblo, a través de una elección libre y democrática. Como antes puso a Tabaré Vázquez y a Mujica y a Batlle y a Sanguinetti.

Y como por poco no pone a Martínez.

Cualquiera espera de los docentes todo lo contrario a eso que vienen demostrando. Sobre todo que acompañen a los pibes en la difícil tarea de aceptar y entender al que ve el mundo de otra manera. Y así entender que no hay una sola manera de ver el mundo.

La brecha entre los estudiantes de la enseñanza pública y la privada es enorme. Tírenme por la cabeza con todos los termos que quieran. Pero la estadística es más dura que el acero inoxidable templado. Y la realidad que refleja es mucho más dura todavía.

En el mismo sentido, el odio es mal consejero y, sin embargo, es quien está guiando los pasos de este movimiento antirreforma. Lo que hizo el hombre del termo y la turba que agredió verbalmente a Silva es un delito de odio en su más concreta definición: infracción o acto penal motivado por prejuicios contra una o varias personas por el hecho de pertenecer a un determinado grupo social o de poder.

Por eso, si no les sale caro a ellos, nos va a salir caro a todos. Más que el termo más caro del mundo.

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