Rodrigo Caballero
Rodrigo Caballero

El archivo, compañeros

La Dra. Graciela Bianchi es senadora de la República Oriental del Uruguay. Pertenece al Parlamento democrático y representa a la soberanía popular.

 Por lo tanto, tiene las garantías necesarias para ejercer su función sin presiones y sin sentirse condicionada por otros poderes, instituciones, organismos o personas. Tiene fueros que la protegen para poder expresar lo que siente y así dar a conocer la voluntad de esa parte de la ciudadanía que ella representa. Por lo tanto, nadie podría mandarla callar. Tampoco perseguirla o condenarla.

Eso por un lado. Por otro, están los archivos. Uno de ellos es el que no permite olvidar lo dicho por el expresidente José Mujica, con la delicadeza que lo hizo célebre en el mundo entero, a un medio argentino en el año 2009: “En la Justicia no creo un carajo”, dijo el filósofo. Luego agregó: “La Justicia tiene un hedor a venganza de la pqlp”. También está el archivo del Foro de San Pablo, integrado por varios partidos de izquierda latinoamericanos, entre ellos trece de los que componen la colcha de retazos Frente Amplio, y algunos de los cuales son encabezados por dirigentes que pusieron el grito en el cielo ante las declaraciones de Bianchi. En una declaratoria del año 2017, dicho foro sostiene que “la izquierda debe proponerse la toma de todas las instituciones y no solamente la presidencia o las diputaciones. Es importantísimo la toma del Poder Judicial, los aparatos militares y los medios de comunicación”. “En la lucha por las instituciones debemos priorizar la alianza estratégica entre las organizaciones políticas y los movimientos sociales, incluidos los estudiantes y profesores”, agrega otra parte del documento. Si a eso usted le suma lo dicho por la senador Lucía Topolansky sobre que el Uruguay “precisa unas Fuerzas Armadas fieles al proyecto nuestro”, esta parrafada queda completa sin necesidad de recurrir a más archivos.

Pasemos ahora a la Educación. Cualquiera que pasó por 18 y Eduardo Acevedo en los últimos días del año 21 pudo ver a una Universidad disfrazada de edificio anti LUC. Banderas, balconeras, pancartas, puestitos donde se repartían panfletos y demás elementos propagandísticos vistieron a la respetada casa de estudios con la postura que adoptó el Frente Amplio ante el tema que se laudará en el referéndum de marzo. Un tiempo antes, el histórico edificio ya había sido profanado con propaganda destinada al asunto de la prisión domiciliaria para los exmilitares presos. Algo similar ocurrió en la Facultad de Arquitectura -cuyo salón de actos, dicho sea de paso, se llama Ernesto Che Guevara- y también en Ciencias Sociales. En el Ipa de la Av. del Libertador, las pintadas, banderas y carteles son crónicos.

Entonces, dígame el lector: ¿dónde arraiga la circense indignación frenteamplista que brotó, como los hongos después de la lluvia, tras las declaraciones de Graciela Bianchi? ¿En qué se basa esa crítica que quiere parecer democrática y republicana pero no es otra cosa que una puesta en escena para atacar a un rival político que les canta las verdades a la cara? ¿No saben estos indignados que vivimos en un mundo lleno de dispositivos que no paran de generar archivo durante las 24 horas del día los 365 días del año? ¿O se trata de una nueva subestimación de la izquierda al intelecto del pueblo uruguayo?

Paren de tomarnos por idiotas, porque vamos a terminar pensando que la cosa es al revés.

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