Rodrigo Caballero
Rodrigo Caballero

¿Dónde están?

A dónde fueron a parar los insumos para el almuerzo de 280 personas en la Olla y Merendero “Marconi tiene esperanza” y que no fue servido?

¿Quién se los quedó? ¿Alguien sabe? Porque hasta ahora no se ha dicho nada acerca del aspecto material de este asunto. De las papas, la leche, las cebollas, los morrones. Productos contantes y sonantes, que ocupan un lugar y tienen, por supuesto, un valor monetario. ¿Dónde están?

Si el Ministerio entregó los insumos a las ollas populares pero las ollas no los sirvieron a los vecinos que las precisaban, esa cantidad de comida no fue transformada, como era esperado, en energía vital. Entonces ¿qué ocurrió? O alguien la pasó a cobre o la dejaron pudrir en un rincón olvidado.

¿Cuánta de la comida que está entregando el Mides no llega a sus beneficiarios? ¿Quién está ganando con esa pérdida? ¿Hay un negocio atrás de todo esto, sustentado por una farsa de necesidad y hambre? Porque lo que se conoce es tan sólo lo que se logró descubrir. Quizás apenas la punta del icerberg.

En redes sociales, militantes de la izquierda atacan al gobierno por “perseguir” a aquellas personas que ayudan con su tiempo y esfuerzo a quienes más lo precisan. Sin embargo, lo que parece estar haciendo el gobierno no es éso, sino perseguir a los que se roban lo que esas personas precisan. O a los que inventan necesidad donde no la hay con el único fin de hacer su negocio.

Según una denuncia del diputado nacionalista Alfonso Lereté, 38 toneladas de comida fueron retiradas para asistir a ollas de 18 balnearios canarios, pero nunca llegaron a sus destinatarios. Es que en la mayoría de los casos ni siquiera existían tales ollas.

El versito de que el gobierno y las clases acomodadas odian a los pobres, ese tonto pero manijero argumento de la aporofobia, palabrita de moda progre que se repite como un sonsonete en boca y teclado de tantos militantes de esa izquierda que aún no logra digerir el triunfo de la Coalición Republicana, no convence a nadie más que a ellos mismos y los impulsa a continuar con su eterna búsqueda por afianzar esa creencia de que los demás son malos y ellos son buenos. Así de pueril y extrema es la estupidez que guía ese pensamiento maniqueo.

¿Qué es lo que queremos todos en esta sociedad? Que los recursos sean empleados de la forma más eficiente. Mandar toneladas de comida a una olla que no existe es tirar el esfuerzo del contribuyente a la basura. Ni hablar si lo que marcha al tacho debió ir a una olla real.

Pero lo que más sorprende de este asunto es que cuando las autoridades finalmente reaccionan al fraude, salen a controlar que los dineros públicos tengan el destino que se les asignó y no el bolsillo de un chanta, y descubren la maniobra, en lugar de elogiarlo, se lo critica.

La polarización política se ha tornado tan extrema que cualquier logro que venga de la vereda de enfrenta será criticado, aún si ese logro es descubrir un fraude de esta calaña.

Una muestra más del lamentable estado de una sociedad de la cual una porción importante sigue creyéndose -o tratando de que los incautos lo crean-, aquel tristemente célebre eslogan acuñado por el destituido ex vicepresidente Raúl Sendic: si es de izquierda no es corrupto y si es corrupto no es de izquierda.

Y parecen creerlo a pies juntillas, a pesar del incansable esfuerzo por demostrar lo contrario que han hecho tantos representantes de esas ideas.

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