Nicolás Albertoni
Nicolás Albertoni

Gorbachov y la utilidad política

Alemania estaba políticamente dividida desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Pero en la madrugada del 13 de agosto de 1961, la división se hizo cemento con la construcción del Muro de Berlín, uno de los símbolos más lamentables del comunismo soviético.

El muro se construyó para que los alemanes del Este no se escaparan hacia el Oeste, y no al revés. Fue una muestra clara de que el comunismo es tan miserable que debe encerrar a sus ciudadanos para impedirles escapar de su modelo. Lo mismo hace Corea del Norte o Cuba hoy con quienes critican su sistema.

Hace pocos días falleció a los 91 años y tras una larga enfermedad, Mijaíl Gorbachov, el padre de la “perestroika” (reconstrucción) y “glasnost” (apertura) de la Unión Soviética. El hombre que terminó con el Muro y posibilitó que aquel mundo dividido se encuentre y camine hacia un mayor diálogo.

Gorbachov deja un legado enorme a la política, pero de una forma muy especial. Su trascendencia se basa en la utilidad y no en la búsqueda de éxito. Sir Winston Churchill decía que un problema de nuestro tiempo es que la gente no quiere ser útil, sino importante. Y es justamente su sentido de utilidad y no de importancia lo que hará eterno a Gorbachov.

Hace unos días, el serbio-estadounidense Branko Milanoviæ escribía sobre Gorbachov: “desde el punto de vista político fue uno de los fracasos más extraordinarios de la historia. Desde el punto de vista de la humanidad, debe ser juzgado con mucha más amabilidad”. En un mundo que ingenuamente habla de “nueva política” como si fuera éste un adjetivo positivo para la actividad que intenta describir, Gorbachov es una muestra clara de que no existe tal cosa como nueva o vieja política, sino buena o mala política. Si hubiera querido triunfar políticamente, proteger el muro habría sido su principal aliado. Pero no fue así. De hecho, cuando en 1996 se presenta a las elecciones (tras haber dimitido después de la caída del Muro), las pierde recibiendo menos del 5% de los votos.

Gorbachov prefirió el sentido de la utilidad en la política por encima del triunfo. Caminos que no necesariamente son opuestos, pero que, con frecuencia, los líderes deben resolver cuál tomar. En un mundo de izquierdas o derechas, de antisistemas y populistas; el legado de Gorbachov enaltece el sentido del camino del medio, el del diálogo y la trasparencia.

Mijaíl Gorbachov seguramente no habría querido ver a la Rusia de hoy. La que en febrero de este año invadió impunemente Ucrania, destruyendo todo lo que él mismo, alguna vez soñó. Hoy Vladimir Putin no solo da la espalda a la Rusia que por estas décadas se había incorporado al diálogo multilateral, sino que promueve un mundo dividido que fue justamente con lo que terminó en 1989 Mijaíl Gorbachov.

Putin hoy intenta volver a una narrativa de Unión Soviética que, con la caída del Muro, ya había quedado en el pasado. Y en su intento, está llevando a algunos países a promover la división. Pero hoy las fuerzas que creen en la libertad y no en el comunismo son bastante más que las de aquellos tiempos. La batalla contra un mundo abierto no se le está haciendo fácil. Y en gran parte, esto se explica por un legado que se originó en los ideales de Gorbachov.

Por otro lado, la muerte se Gorbachov se cuela en medio de hechos de violencia que vivimos en nuestro país y más allá. Por momentos parecería que como sociedad no hemos aprendido nada de la historia. Y nos empecinamos en querer repartirla. No advertimos que la violencia jamás lleva a buen puerto. Es el camino contrario al entendimiento. Quienes la defienden no hacen más que mostrar la nula capacidad de argumentos. Se parecen mucho a los que, ante la imposibilidad de defender su “modelo”, prefieren construir muros y dividir. Pero no debemos olvidar que los que soñamos con una sociedad que se construye y crece desde el diálogo, seguimos siendo la mayoría.

Hoy lejos de achicarnos ante los promotores de muros en la actualidad, debemos demostrar que el diálogo y la paz, lejos de ser signos de debilidad, son un signo de grandeza. Una grandeza que no se mide desde un éxito efímero, sino desde una visión humana más profunda que sabe ser paciente y perseverante, como lo fue Gorbachov.

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