Leonardo Guzmán
Leonardo Guzmán

Con sangre en las venas

Nadie desmintió que la FIFA prefirió que el Mundial 2022 no se jugara en Estados Unidos sino en Qatar, porque este pequeño país compró los votos para formar mayoría.

Revelada la coima diez años atrás, por esa y otras corruptelas cayeron capitostes como Platini y Blatter. Pero la decisión dictada por métodos mafiosos quedó vigente. En vez de aplicar el aforismo “Fraus omnia corrumpit” -el fraude todo lo corrompe- que obligaría en Derecho a declarar la nulidad de lo conseguido por métodos mafiosos, se prefirió aceptar el hecho consumado.

Nada de eso era imaginable en tiempos en que uno tuvo el privilegio de sentir y gritar que había de veras un “Uruguay pa’todo el mundo”. La peor maniobra que pueda refitolearse en el fútbol de mediados del siglo pasado resulta un juego de niños, cuando se la compara con sobornar votos para injertar el Mundial en un país sin fútbol y casi sin habitantes, que más que nación es feudo.

Si a pesar de saberlo, en nuestra comarca y en el mundo entero resuena la pasión por el balompié y vuelve a palpitar el cariño por los ídolos de cada pueblo, es porque el juego es expresión de libertad y porque el espíritu futbolero y la comunidad patriótica tienen fuerza propia y pertenecen a un mundo de sentimientos idealizados que integran la condición humana, aunque hoy esté de moda exaltar los más bajos instintos y olvidar que tenemos un superconsciente mucho más creador que el zarandeado inconsciente.

Por todo eso, haremos muy bien en aplaudir todo lo bueno que nos dé la selección después del empate inicial, pero a condición de no olvidar que este torneo fuera de estilo nació por estafa. En un contexto internacional donde aparecen tongos de esta magnitud, y peores, el Uruguay tiene un destino natural: convertirse otra vez en país ejemplar. Tenemos condiciones para serlo: el gobierno que votamos hace muchas cosas bien y eso hay que aplaudirlo.

Pero no es para aplaudir la acumulación de temas pendientes de aclaración. No se puede felicitar ni al gobierno ni al sistema indagatorio de la Fiscalía ni al del Parlamento ni a los que le sacaron al Poder Judicial la función de investigar, reduciéndolo a mero controlador de que los procedimientos se hallen a salvo.

Hace más de un año el Dr. Martín Pérez Banchero denunció compras altamente sospechosas del Ministerio de Turismo. Hasta hoy no se despejó el asunto.

Hace hoy dos meses está preso el custodio presidencial. Por entregas, en régimen de folletín diario vamos conociendo chateos sobre una ancha gama de delitos perpetrados desde Casa de Gobierno en banda organizada. Ni miras de concluir la investigación.

Está a la vista otro fracaso del Código del Proceso Penal estrenado hace un lustro. Y está a la vista la necesidad de compactar los hechos, cuyas ramificaciones parecen acciones ejecutivas de una misma resolución criminal. Si a la señora Fiscal le faltan recursos, multiplíqueselos el Estado, pero no se tenga a la ciudadanía colgada de un goteo sin fin.

Quienes tenemos sangre en las venas, reclamamos que se raspe hasta el hueso, rápido. Porque, como bien escribió Adolfo Garcé hace un mes, hay un derecho del ciudadano a saber la verdad.

Y ningún atajo procesal y ninguna insuficiencia de herramientas puede justificar un convivir con desprestigiantes afrentas sin despejar, que nos ensombrecen la convivencia y nos bloquean el alma.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados