Leonardo Guzmán
Leonardo Guzmán

De modas y principios

El lunes Mujica dijo de Cosse: “Tiene un don a favor, es mujer, y están de moda”. Las mujeres del Frente Amplio le respondieron: “No somos ni seremos moda”. El ex Presidente reculó: “Fue un error lingüístico, porque las mujeres nunca están de moda, no habría especie humana si no hay mujeres”.

En verdad, respecto a un sexo sin cuya matriz no estaríamos llegando a los 8.000 millones de habitantes que poblamos la Tierra, no puede hablarse de una “moda” en el sentido liviano de “gusto colectivo y cambiante”. La amplia nómina de mujeres gobernantes en las últimas décadas no indica un mero estar de moda: la igualación ciudadana y el feminismo, donde el Uruguay fue y es de avanzada, no son caprichos de época sino progresos sin vuelta.

Aclarado eso, más allá del estilo descosido con que Mujica nutre a su personaje, cabe apuntar que al hablar de “moda” rozó una llaga infectada, porque está de moda, realmente, la contraposición de grupos sociales y el avivamiento de su confrontación; y en esa moda dañina, el feminismo por agresión es una muestra más de un divisionismo que contrapone a los unos con los otros, por diferenciaciones que violan sin pudor el noble principio de igualdad que reclama la Constitución.

Reduciendo todo a miradas binarias, se abandona la multiplicidad de horizontes de la libertad. En vez, lo mismo en política que en futbol, en orígenes étnicos que en religiones, filosofías y géneros, se azuza a los bandos, explotando resentimientos y espoleando pertenencias, de modo que, a pretexto de derribar diferencias, cada quien quede encerrado en una corporación medieval.

Por tanto, no es que la mujer pueda estar de moda, sino que sirve de pretexto para enarbolar las intolerancias que se nos colaron desde que dimos por sobreentendida la libertad y dejamos de practicar la lógica republicana del debate abierto, que nos obliga, para todo, a buscar razones y construir metas ideales, por encima de sexo, creencias, raza, origen o clase social. Eso empezó encarando cada encuentro con el otro como un contrapunto de intereses, a componer por conflicto y forcejeo, sin sentirlo como oportunidad para expandir la conducta de apego y derramarla en amor al prójimo.

Nada de eso fue espontáneo. Lo importaron los que, tras desmoronarse el “socialismo real” que ejemplificaba su proyecto dictatorial, aplicaron su dialéctica materialista a enardecer las propagandas sectoriales, situando a cada grupo y hasta a cada individuo en postura de acreedor interpelante, en vez de promoverlo a agente solidario.

Impuesta esa moda, ya vemos sus frutos: multiplicar las tensiones, degradar la vida personal, desintegrar los contextos familiares y barriales, apagar la pasión cívica por el interés general y, a punta de relativismo, hacer que se aborte la virtud ciudadana, que, como enseñó Montesquieu, es el principio motor de toda democracia.

Además, impulsa a atropellar la igualdad constitucional de las personas, adobando absurdos como ese proyecto de cuotificar por sexo a los parlamentarios que fustigó el Prof. Dr. Juan Andrés Ramírez en su rotunda nota del domingo.

De este festival de la desorientación, saldremos el día -cercano- en que enfrentemos juntos los dolores morales y materiales que nos machacan el alma, repensando doctrina para servir el interés general, derribando tabiques entre angustias que son de todos y recordando que la República, por ser vida espiritual, jurídica y económica en común, solo puede asentarse en principios.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados