Leonardo Guzmán
Leonardo Guzmán

De Juzgados y Fiscalías

El martes los curiales volvimos a entrar y salir de los tribunales sin agendarnos ni justificar urgencias. Los testigos dejaron de esperar turno haciendo cola en la vereda.

Todas las generaciones volvieron a cruzarse con familiaridad de baranda, ejerciendo el sobrehumano don de la espontaneidad. ¡Otra vez nosotros mismos!

Se rumoreó que el corsé informático iba a quedarse, ahogando para siempre el modo natural de hacer trámites. Que eso no haya sucedido es un inmenso bien: no es un mero cambio de rutina. Es la recuperación de una libertad de proceder y de ser, que sólo transitoriamente aceptamos que se limitase por una causa de salud pública. Es para celebrarlo en voz alta.

A esa felicidad la precedió otra, también mayor: varios legisladores acordaron redactar un nuevo Código del Proceso Penal que acabe con las afrentas al Derecho en que incurre el actual. A celebrar, a escuchar, a trabajar. Y que se cumpla.

Pero si salió el sol y retempló esperanzas, también nos cubrimos de nubarrones que no pueden pasarnos inadvertidos.

No es del Uruguay que se ventilen los sumarios administrativos a Magistrados, manejando nombres, imputaciones y reputaciones sin que se hayan establecido conclusiones. La filtración periodística ha existido siempre, pero la reserva de los sumarios es imperativa desde siempre también, y el Poder Judicial está para cumplir las normas y no para ceder a modas importadas. No es del Uruguay democrático-republicano que un sector con responsabilidades de gobierno presente un proyecto de ley con penas de penitenciaría para jueces o fiscales que intencionalmente “persigan penalmente a un no culpable”, oculten pruebas a alguna de las partes o no cumplan con la obligación de investigar y, además, aplique penas a los jueces que “a sabiendas dictaran resolución injusta”. El Fiscal de Corte, Dr. Juan Gómez, lo fustigó entre el 10 y el 11 de abril.

En el fin de semana, se le sacó a relucir que en la Fiscalía que ejerce por subrogación están bajo su mando esposa e hija que ganaron sus cargos por concurso, cuando no tenía la jerarquía que hoy ostenta. Ese es un atentado contra la persona, que -como muchos Fiscales en batalla- sacrificó su salud para seguir en funciones y aceptó las cargas que se le sobreagregaron pero no se aferra al sillón. Todo lo cual merece respeto y solidaridad por encima de cualquier divergencia.

Y eso no tampoco es del Uruguay civilizado ni puede ser de buen agüero, pues basta ver en qué marasmo diabólico ha ido a parar la Justicia argentina por entreverar a los Magistrados con el conventillo político.

Nada de eso hace falta para designar un titular de la Fiscalía de Corte que concite consenso ni para ocuparse en serio de restituir a los procesos penales las garantías del Poder Judicial que establece la Constitución, derogando el fracasado ensayo de imitar mal lo foráneo

Distinguidos como mejores y estables en una América y un mundo inciertos, no por eso podemos aplaudirnos mirándonos el ombligo. Ya hicimos experiencia con distraernos.

Entonces, alerta. Se encuesta sobre muchas prioridades: economía, seguridad, educación, salud… En cambio, no se mide el clima jurídico-cultural y el perjuicio que infiere su trivialización.

Pero todos sabemos que el Derecho, desde sus bases hasta su imperio, es el único vehículo para hacer justicia en libertad y en paz. Y como su degradación daña a la República, nos golpea duro a la conciencia de los muchos que no aceptamos más caer barranca abajo.

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