Leonardo Guzmán
Leonardo Guzmán

Los Jueces al achique

Hoy es la primera jornada de la Feria Judicial Menor. Son quince días. No suenan a mucho, pero si los sumamos a los 38 días de la Feria Judicial Mayor y al asueto que se ha hecho costumbre el 24 de diciembre, suman 54 días.

Es como si las oficinas judiciales funcionaran normalmente solo 10 meses por año. Lo cual resulta impropio de un servicio que es la voz mayor que dice el Derecho y que encarna la imperatividad y la coercibilidad de la norma jurídica.

En un país donde la conciencia se ha debilitado y crecen los bolsones de incultura y anomia -ausencia de ley-, la Justicia debería ostentar su vigor luchando por el Derecho con pausas mínimas.

Desgraciadamente, la tendencia actual no es robustecer la vigencia judicial. Al revés: es opacarla por vías que afectan mucho más que los dos meses de trabajo pleno que las Ferias se devoran.

Si alguien lo duda, busque en la sección Doctrina de los Ficheros CADE la nota “El Juez en el salón de los espejos deformantes” que firma el Juez Letrado de lo Civil Dr. Alejandro Recarey.

Señala que “La mayoría de las innovaciones que proclaman el aggiornamiento de su figura no son sino una suerte de espejos convexos, a través de los cuales el juez que en ellos se mira, se contempla mucho más pequeño de lo que en verdad es, y debe ser, en beneficio de la sociedad a la que sirve… Esto se percibe con palmariedad a partir de la fagocitación de la justicia penal por obra del accionar de las fiscalías. Pero también se presenta, encubierto, en detalles más pequeños. Mucho más difíciles de captar”.

El Dr. Recarey muestra que al juez se le “imponen cursos obligatorios claramente direccionados a determinadas posturas jurisprudenciales (incluso internacionales). En lugar de favorecer la libre elección de las fuentes formativas” se tiende “hacia una matrización que despersonaliza a los jueces y, por ende, los debilita. Se va “horadando la moral del magistrado” como “capacidad de resistencia en orden a la defensa del propio criterio ante fuerzas adversas”.

Dicho esto, pone como muestra del empequeñecimiento de la figura del juez “las graves consecuencias que el progreso de las ‘oficinas únicas’ arrojará sobre la visión que cada juez tiene de sí mismo como magistrado. Y de las implicancias que comporta para su carrera y para su independencia.”

Explica que “más allá de los inconvenientes que ha provocado su implementación en los Juzgados de Paz… se puede apreciar que dichas innovaciones aíslan al juez en su trabajo cotidiano”, al dejarlo sin oficina y equipo propio.

Ello provoca consecuencias en un área que nos preocupa cada vez más, como habrán advertido los consecuentes lectores de esta columna: la despersonalización de los servicios, el olvido -judicial, administrativo y también privado- de que todo hay que hacerlo con sentido humano, a la medida de la persona.

Tiene razón el Dr. Recarey: “Una Sede judicial no es una suma de engranajes que transforman rápida y económicamente una demanda en la sentencia como ‘producto final’ (calificvativo éste que ha sido usado sin pudor por los propulsores del proyecto “oficina única”. De ninguna manera. Es una estructura que busca en la humana medida, hacer justicia. Que es otra cosa diferente.”

Por lo cual, en la Feria de invierno holguemos, reordenemos, paseemos o viajemos. Pero no olvidemos que el Derecho, como enseña Ihering, sólo existe en las personas y los pueblos que luchan por él sin desmayo y sin descanso.

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