Leonardo Guzmán
Leonardo Guzmán

Castigar o inspirar

Leo en El País: “El gobierno endurecerá penas en el tránsito y aplicará la libreta por puntos. Los asesores jurídicos de la Unasev discuten estos días el texto de un proyecto que endurece las sanciones y que fusionarán con el del senador Penadés sobre el delito de conducción temeraria."

El proyecto del Dr. Gustavo Penadés data de 1996. Lo planteó siendo Diputado. Propuso castigar “con seis meses de prisión a dos de penitenciaría y la privación del derecho a conducir de tres a seis años” a quien “condujere un vehículo a motor o un ciclomotor bajo la influencia de estupefacientes, sustancias psicotrópicas o bebidas alcohólicas”. Asimismo propuso tipificar desacato a “el conductor que requerido por la autoridad se negare a someterse a las pruebas” para detectar la existencia o no de tal “influencia”.

Aquella iniciativa quedó por el camino. Un cuarto de siglo después no cejó la ingestión de alcohol, creció el consumo de estupefacientes -estimulado desde el propio Estado, que se prosternó ante el cannabis merced a Mujica. También aumentó el consumo de psicotrópicos que afectan la atención y los reflejos.

Por ende, es lógico revitalizar y ajustar el proyecto de referencia, integrándolo la Unasev a su propuesta de endurecimiento legal de las sanciones.

En cambio, lo que no sería lógico es que nos demos por cumplidos con aumentar y extender los castigos. Si con eso solo nos cruzamos de brazos, incurriremos en la falacia de tomar una condición necesaria por suficiente, ya que al castigar rigurosamente no debemos olvidar que las multas llegan tarde en tiempo, en lesionados y en muertos; y no podemos ignorar que las tragedias de nuestro tránsito nacen de una cruza de debilidades profundas, que debemos combatir en todos los campos y no solo en la reglamentación vial.

Conducir a conciencia un ciclomotor de pedidos a domicilio, un sedan de paseo o un camión cargado de troncos exige, siempre, un alerta dinámico que requiere combinar nociones nítidas de geometría y física con normas reglamentarias muy específicas. La habilitación mediante el examen de estilo certifica la aptitud del conductor, pero no garantiza su actitud. Y la actitud no se cambia con la amenaza de castigar sino con el esfuerzo de lo que René Maheu desde la Unesco supo denominar “educación permanente”. Ahora bien. En el Uruguay hace décadas que, en vez de aprender, nos debilitamos regresivamente en matemáticas, y por ende en geometría y física. Y hace más o menos el mismo tiempo que eclipsamos el imperio de las leyes y los reglamentos, disolviendo la fuerza de sus preceptos en un légamo de relativismos que le han sacado prestancia a la persona y autoridad a los mandamientos de Estado.

Por esto y mucho más, hace falta que los esfuerzos por bien penalizar se acompañen con una reeducación pública que fortalezca las bases de la cultura general y del Derecho. No puede apoyarse éste solo en la letra de las reglas sancionadas. Su fuente nutricia debe radicar en ese amor y ese respeto por el prójimo cuyo eclipse ha generado un modo desaprensivo e indolente de conducir no solo el volante sino la convivencia misma y hasta las funciones públicas y privadas de servicio al semejante.

Así como la cirugía corta lo que la medicina no logra curar, las penas le sacan libertad o plata al que no se endereza por inspiración.

Por tanto, además de castigar hace falta inspirar. Tarea de todos con todos.

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