Leonardo Guzmán
Leonardo Guzmán

150 años de Vaz Ferreira

No construyó un sistema, no se dedicó a explicar los clásicos, no formó secta. Hizo mucho más: sembró a manos llenas las semillas de un pensar vivo y alerta.

Con 25 años, en 1897 ganó por concurso la plaza de profesor de filosofía, en aquel liceo de rango universitario que tenía el Uruguay a fines del siglo XIX.

En 1913 fue reconocido como Maestro de Conferencias. Y desde ese púlpito unipersonal abordó en aula libre los más variados temas. Avanzados los años 50, era conmovedor verlo y escucharlo los lunes en el Paraninfo. Recogía su voz CX 6 del Sodre, bajo la dirección cultural de Reina Reyes, maestra de maestras que construyó su pedagogía desde la admiración por Vaz.

Fue catedrático de Filosofía del Derecho entre 1924 y 1929, cuando lo sucedió el inolvidable Antonio M. Grompone.

En 1945 el ideario de Vaz Ferreira inspiró la fundación de la Facultad de Humanidades. Haciéndole justicia, el artículo 5 de la ley 10.658, dispuso: “El Director tendrá la Presidencia del Consejo y ejecutará sus decisiones. Desempeñará ese cargo, al fundarse la Facultad, el Maestro de Conferencias, doctor Carlos Vaz Ferreira.” Y el artículo 6 reflejó el sueño vaferreiriano de generar pensamiento sin contaminaciones, al establecer “El plan de estudios sólo comprenderá estudios desinteresados y la enseñanza será impartida en forma que la separe nítidamente de aquella que se imparte en las Escuelas y Facultades profesionales”. Es que Vaz Ferreira quería promover la pasión por crear e investigar sin los apetitos y luchas de las carreras utilitarias. El arte por el arte y el saber por el saber.

Su modo de hacer filosofía fue personalísimo. Escribía como hablaba. Tomaba sus ejemplos de la vida práctica. Detectaba errores. Denunciaba sofismas. Alertaba contra la falacia de falsa oposición, que presenta como contradictorio lo que puede ser complementario. Prevenía contra las tentaciones de falsa precisión, que colocan números y rotundidades para aparentar certezas irrefutables en temas donde lo que hace falta es aprender a vacilar y reflexionar a fondo.

Pensando directamente sobre los temas, tuvo anticipaciones sobre los problemas sociales, el feminismo, la función de la filosofía y su relación con los fines, planes y métodos de la enseñanza.

Nunca cupo imaginar que siguiendo a Vaz Ferreira se completaría toda la filosofía que nos requiere la vida: ningún pensador agota por sí solo el repertorio de lo que nos hace falta saber. Pero en este Uruguay erizado de falacias, sofismas, ocultaciones y verdades a medias, Vaz Ferreira está llamado a celebrar el sesquicentenario de su nacimiento, vivo y vigente para ayudarnos a desinfectar los instrumentos del pensar y combatir de frente la pereza y la ignorancia que amenaza nuestro destino.

Vaz Ferreira nos ensanchó el horizonte, haciéndonos ver que si a la ciencia le recortamos toda la metafísica nos quedamos sin ciencia, que hay modos de no comprender mucho más profundos que los de comprender, y que los gobiernos que corrompen hacen, a veces, aun más daño que los que matan.

El Uruguay pujante de la primera mitad del siglo XX supo escuchar a su filósofo mayor, para compartir sus enfoques o para discutirlos.

El Uruguay perplejo y absorto de la tercera década del siglo XXI ¿puede prescindir de su contribución y seguir esperando todo de las campañas electorales, arrumbando la pasión por pensar que Vaz Ferreira quiso inculcarnos?

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