Juan Martín Posadas
Juan Martín Posadas

Vecindario peligroso

Hay quienes aseguran que el Uruguay independiente fue una genial idea de Lord Ponsonby. No suscribo esa teoría, pero quienes así piensan afirman que el propósito de este noble inglés al servicio de la política de la corona británica era introducir un espacio amortiguador (buffer state) entre Brasil y Argentina.

Hay quienes aseguran que el Uruguay independiente fue una genial idea de Lord Ponsonby. No suscribo esa teoría, pero quienes así piensan afirman que el propósito de este noble inglés al servicio de la política de la corona británica era introducir un espacio amortiguador (buffer state) entre Brasil y Argentina.

Es algo así como que fuimos inventados como nación para beneficio de terceros: nos inventaron para que no se pelearan. Agregan que el mismo Ponsonby inventó Bélgica con similar propósito (era un especialista).
Sea de esto lo que fuere, las vueltas de la vida han llevado a que nuestros dos grandes vecinos, otrora garantes de nuestra independencia (así lo rubricaron), se hayan convertido hoy en sendas amenazas. Veamos.

Tanto el Brasil como la Argentina están demasiado cerca nuestro y son demasiado grandes como para que sus problemas y desventuras transcurran sin producir destrozos varios en este rincón purpúreo (como nos bautizó otro inglés que nos admiraba a su manera). La cercanía es ventaja cuando nuestros vecinos están sanos, pero fuente de peligroso contagio cuando padecen enfermedad, como es el caso ahora.

La situación en la Argentina está tan mal desde hace tanto tiempo que ya nos hemos acostumbrado y no la notamos. Argentina es un país portentoso (e insoportable), tan rico que ha podido decaer consistentemente durante los últimos sesenta o setenta años sin disolverse en la anarquía y la miseria, y sin tocar fondo.

Todas las crisis económicas argentinas son crisis políticas. Argentina tiene excelentes universidades, varios premios Nobel, tiene escritores de renombre y reservas ilimitadas de gas y petróleo, tiene las mejores tierras agrícolas del mundo en la pampa húmeda y todos los climas. Pero ha tenido un elenco político de terror que, por un medio u otro, con uniforme militar o sin él, con un sistema o con otro, ha conducido a ese país a fracasos increíblemente pertinaces.

En el Brasil se está abriendo estos días un abismo económico producto también de la conducción política. Lula y el P.T. sacaron a veinte millones de brasileños de la desnutrición y la miseria y los metieron en la clase media y el consumo. Pero también aquí hubo fallas políticas. Creyeron -Lula y el P.T.- que ellos debían ser retribuidos con esa riqueza creada y, a la vez, que debían asegurar para siempre y por cualquier medio esa herramienta de transformación. En consecuencia saquearon al Estado y a las empresas públicas (Petrobras, Caixa Federal, etc.) para conseguirlo. Ellos también pregonaron (y se lo creyeron) que podrían meter la pata pero nuca la mano en la lata; hicieron las dos cosas y a dos manos.

Los dirigentes políticos de ambos lados pecaron del defecto que en América Latina es epidemia: creyeron sin vacilación alguna en su carácter de imprescindibles y, por tanto, absolutos.

Y nuestro país, encajado entre esos dos vecinos, medio desconcertado por las pavadas que oye de sus propios dirigentes en relación al Mercosur (más y mejor) y al latinoamericanismo, va a tener que detenerse a pensar en alguna estrategia defensiva o por lo menos precautoria.

El peligro para el Uruguay no radica solamente en la proximidad geográfica con esos países, sino en la proximidad político-mental de las cabezas del Frente Amplio con las dirigencias argentina y brasileña responsables de los respectivos descalabros.

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