Ignacio Munyo
Ignacio Munyo

Segundo tiempo

El mundo laboral es cada día más exigente. Son cada vez menos los trabajos “para toda la vida”. En este contexto se debe analizar a la dinámica laboral de los futbolistas profesionales como un caso particular de un fenómeno que va a ser generalizado.

El fútbol profesional emplea cerca de mil trabajadores futbolistas propiamente dichos, además del personal que no es de cancha. La carrera de un futbolista tiene una extensión acotada, pues al promediar los 35 años la mayoría se retiran. Generalmente el jugador realiza su primer contrato con remuneración entorno a los 20 años, y su carrera tiene una duración promedio de 15 años. Al retiro, menos del 5% de los jugadores siguen vinculados al mundo del fútbol.

El salario mínimo de un jugador de Primera División es cercano a los 50 mil pesos y para Segunda División, es la mitad. Los rangos salariales son muy desparejos; existen varios clubes que básicamente pagan el mínimo, otros que en promedio pagan entre 3 y 4 veces el mínimo.

La mayoría de los jugadores de fútbol no cuenta con una capacitación que les permita reinsertarse fácilmente en otras actividades profesionales. Por lo tanto, al fin de la carrera, los futbolistas sufren un inmediato cese de ingresos y grandes problemas de reinserción laboral. De hecho, muchos no lo logran y terminan en condiciones precarias. Además, con el régimen jubilatorio actual, la mayoría está muy lejos de los 30 años de actividad para configurar causal y la única alternativa es la jubilación por edad avanzada, volviendo más crítica su situación.

El gremio de futbolistas, “la Mutual”, se acercó a Ceres en medio de la pandemia en procura de cooperación en el razonamiento de cómo atender ese problema, que para muchos es un drama.

Hicimos un profundo trabajo interdisciplinario para colaborar en la búsqueda de soluciones.

La propuesta analizada -que está en proceso de discusión interna- incluye una prestación monetaria por tiempo limitado y con importes decrecientes al finalizar la carrera deportiva, mientras el trabajador se prepara para la nueva realidad laboral; y un plan de relevamiento de fortalezas personales y de inclinación laboral, para trabajar en capacitación junto con el Inefop.

La prestación monetaria al retiro -para el que se exigiría un mínimo de edad y de años de carrera profesional- se financiaría con recursos generados por la propia actividad, que se dirigirían a un fideicomiso administrado por una entidad especializada.

El financiamiento podría incluir, por ejemplo, un muy pequeño porcentaje de las transferencias de los jugadores, una tasa muy baja de contribución de los ingresos que obtienen los jugadores de la selección uruguaya; una versión acotada del impuesto a la intermediación de pases de futbolistas que regía de 2001 a 2007; y una reducida afectación del juego de apuestas sobre fútbol (Supermatch).

La Mutual no quiere desentenderse de la situación de futbolistas profesionales que llegan al retiro. Quiere tomar cartas en el asunto y ayudar a los futbolistas para el “segundo tiempo” de su carrera laboral.

Es este un buen ejemplo de colaboración gremial a considerar, porque ese mismo “segundo tiempo” lo van a jugar muchísimas personas que nada tienen que ver con el fútbol, pero trabajan en posiciones que tienden a desaparecer por el avance de la automatización.

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