Ignacio Munyo
Ignacio Munyo

La nuestra es mejor

No se guardó nada. Andrew McCallum fue generoso con su tiempo y con sus palabras.

El director global de Comercio y Acceso a Mercados de la MLA (Meat & Livestock Australia, institución equivalente a nuestro INAC) ) tuvo la deferencia de aceptar de un día para el otro la invitación para desayunar conmigo en Sidney, que cursó la embajada de su país en Argentina concurrente con Uruguay. Me preparé bien para la reunión; la noche anterior mantuve varias charlas con referentes del sector cárnico en Uruguay.

La principal preocupación del MLA es el riesgo del ingreso de Aftosa desde Indonesia. No tienen vacunas con el virus, ni las quieren tener. Quieren desarrollar nuevas vacunas sintéticas y están dispuestos a hacer todo lo que sea necesario -incluyendo “rifle sanitario”- para mantener el estatus de libre de Aftosa sin vacunación, el mismo que Uruguay perdió en 2002. Están convencidos de que no habrá unificación de los mercados globales de la carne libre de Aftosa (con y sin vacunación), que el diferencial de la no vacunación seguirá siendo fuerte.

Por cada animal faenado, la MLA se lleva 5 dólares, que gasta muy bien. Es una organización privada que recibe solo fondos públicos para proyectos de investigación, aunque sí trabaja con el gobierno en la promoción del sector.

Australia exporta el 70% de su producción de carne a más de 100 países, a los que ingresa en condiciones muy favorables. Esto es el resultado de un largo proceso de inversión, que incluye apertura de oficinas comerciales en Washington, Tokio, Seúl, Dubái, Londres, Singapur, Yakarta y Shanghái. El costo de funcionamiento de cada oficina ronda el millón de dólares, a lo que se le suma el marketing. Su mercado más importante es Japón, que les compra desde cortes premium hasta carne para hamburguesas. Hace medio siglo que la MLA abrió oficina en Tokio.

China es un cliente relevante porque compra mucho y de todos los cortes, pero el ingreso se ha complicado luego de declaraciones no amigables del gobierno de Australia.

El acceso a Europa siempre fue “una pesadilla”, según McCallum, y no ve mejoras en el corto plazo. “Si Uruguay fuera solo, el ingreso de carne a la Unión Europea sería mucho más fácil”, enfatizó.

La firma de TLC modernos por parte de Australia no para desde 2004. Por orden cronológico: Singapur, Nueva Zelanda, Estados Unidos, naciones del Sudeste Asiático, Japón, Corea del Sur, Perú, Chile, CP-TPP, Reino Unido e India.

No parecen preocupados por la carne sintética. Lo consideran un producto de nicho: una oferta reducida que no crecerá en el corto plazo. “Eso no es carne”, me decía McCallum. Tienen un plan 2030 para tener una industria cárnica neutra en emisiones de carbono, lo que implica invertir en absorción para compensar las emisiones inevitables. El 20% de los recursos de la MLA se invierten en sustentabilidad. Están convencidos de que la carne va a seguir siendo motor de la economía australiana y de que la industria genera un gran derrame a lo largo de todos los eslabones de la cadena productiva.

Una mirada a la industria cárnica australiana ayuda a creer que podemos ir por más. Recorrí el célebre Queen Victoria Market de Melbourne, donde se exponen los mejores cortes de carnes como si fueran piedras preciosas. Tuve la fortuna de comer carne en Australia en lugares de primer nivel. Ciertamente es muy buena. Pero créanme: nuestra carne es mejor.

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