Ignacio Munyo
Ignacio Munyo

Libertad de expresión

A fines de la semana pasada, la revista británica The Economist publicó la edición 2021 del índice global de calidad democrática con buenas noticias. Uruguay mejoró en dos posiciones y quedó ubicado en el lugar 13 del ranking mundial, con la distinción de ser la única democracia plena de América del Sur.

En un contexto de deterioro secular de la democracia en el mundo, el avance de Uruguay ha sido permanente; en la primera edición del índice en 2006 estábamos en la posición 27 a nivel global.

Solo 6 de cada 100 personas en el mundo viven hoy en democracias plenas. Hace 15 años atrás eran más del doble, 13 de cada 100. Uruguay es una democracia plena porque hay elecciones regulares con amplia participación; existe rotación de partidos en el gobierno y un sistema efectivo de controles y contrapesos; el poder judicial es independiente y eficaz; la prensa es libre y variada; y se respetan profundamente las libertades civiles, entre ellas la de expresión.

La libertad de expresión es un componente clave del índice de democracia porque tiene una función insustituible: sin ella es imposible que coexistan los restantes elementos que definen a una democracia plena. Y es mucho más que eso porque “la libertad de información es un derecho fundamental y piedra angular de todas las libertades consagradas por las Naciones Unidas”, en palabras de Agnes Callamard, Secretaria General de Amnistía Internacional.

La casualidad llevó a que en la misma semana en que se publicó el índice, la libertad de expresión fuera afectada como consecuencia de un trágico incidente y una sucesión de hechos que terminó con el allanamiento de un medio de prensa. “Fue todo en términos muy amables”, me dijeron dos de las personas que estaban presentes en la radio cuando llegó la policía; lo que no le quita gravedad al asunto.

Pasados los días, puedo decir que, afortunadamente, el Uruguay en su conjunto tuvo la capacidad de reflexionar con la seriedad y profundidad que el hecho requiere. La opinión pública dedicó tiempo a un asunto de altísima relevancia que pasa desapercibido, porque tenemos el privilegio de vivir en un país en donde existe plena libertad de expresión..

La declaración adoptada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en octubre del 2000 establece que “la libertad de expresión, en todas sus formas y manifestaciones es un derecho fundamental e inalienable, inherente a las personas. Es, además, requisito indispensable para la existencia misma de una sociedad democrática”. Y agrega que “la censura previa, interferencia o presión directa o indirecta sobre cualquier expresión, opinión o información difundida a través de cualquier medio de comunicación oral, escrito, artístico, visual o electrónico, debe estar prohibida por la ley”. Luego dice algo muy importante: “condicionamientos previos, tales como veracidad, oportunidad o imparcialidad por parte de los Estados son incompatibles con el derecho a la libertad de expresión”.

Recordar la célebre frase del influyente filósofo italiano Antonio Gramsci ayuda a dimensionar la enorme importancia de la libertad de expresión: “como la realidad está definida con palabras; el que controla las palabras, controla la realidad”. Por tanto, siempre es vital que exista la posibilidad de escuchar diferentes voces libres en todos los temas relevantes.

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