Ignacio Munyo
Ignacio Munyo

Aguas borrascosas

Se agotó el rebote postpandemia de la economía global, y llegó la resaca que sigue a los excesos. Buena parte del mundo tuvo fuerte impulso en 2021, después de las expansiones fiscales y monetarias de los países avanzados para capear el encierro y la crisis de 2020.

Pero esa generosidad también trajo la inevitable secuela que acompaña a la estimulación artificiosa: un salto inflacionario que no se veía en 40 años.

Este año pasó lo que tenía que pasar. Una inflación alta y persistente en todo el mundo trajo de la mano subas de tasas de interés por parte de los bancos centrales, lo que deprimió la actividad económica, debilitó la confianza de los hogares y las empresas, y agitó los mercados financieros. La “Gran Moderación” -tal como se llamó al periodo previo a la pandemia en las economías avanzadas- ha dado paso a la “Gran Estanflación”, luego de la crisis sanitaria y su rebote.

En los últimos meses se han deteriorado marcadamente los indicadores financieros y de expectativas en las principales economías del mundo. Estados Unidos y Europa dejaron de crecer, y sus ciudadanos miran de frente los oscuros ojos de la recesión. Japón es la única gran economía avanzada que no tuvo que subir la tasa de interés gracias a su persistente baja inflación. Esto podría ayudar al país a mantener un crecimiento estable, aunque bajo, como es costumbre desde hace tres décadas.

Para muchas economías de América Latina, siempre dependientes del financiamiento internacional y exportadores de commodities, la situación global se ha complicado. Para nosotros, cuando llueve diluvia: al mismo tiempo que empeoran las condiciones de acceso al financiamiento y se hace más exigente la concesión de inversiones; caen los precios de los alimentos.

Eso en parte se debe a acciones masivas y generalizadas (y muy lógicas) de los inversores, que comienzan a cambiar el contenido de sus portafolios. Ocurre que cuando hay expectativas de subas en las tasas de interés de bonos de Estados Unidos y de Europa, los inversores reducen sus posiciones en materias primas o alimentos, lo que provoca una caída de sus precios en los mercados internacionales.

La tasa de interés de los bonos de tesoro de Estados Unidos araña el 4%, cuando hace un año estaba en 1,5%. Los precios de los alimentos empezaron a caer después de haber alcanzado su pico en mayo y ya están casi un 20% abajo. En particular, los precios de la carne, soja, leche y arroz -la principal oferta de Uruguay- tuvieron su pico hace unos meses y se encuentran significativamente abajo.

No está claro cómo seguirá la historia. La incertidumbre es grande. El fenómeno inflacionario global, que fue subestimado, ahora se muestra como un hueso duro de roer. El próximo jueves se conocerá el dato de setiembre del alza de precios en Estados Unidos. Habrá que ver si sigue la tendencia a la baja iniciada en julio, luego del pico de 9,1% en junio. Y habrá que estar atentos a los próximos meses también. Ahí se define el partido. Y también parte de nuestra suerte.

El contexto económico y financiero internacional es muy importante para la economía de Uruguay. Hace años que lo tenemos medido y cualquiera lo puede comprobar. Dos terceras partes de los movimientos del producto (PIB) en el corto plazo se explican por factores externos. Para bien o para mal. Nos guste mucho, poco o nada. Somos un bote que navega aguas borrascosas.

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