Hugo Burel
Hugo Burel

El Papa y Bergoglio

Escribo esta columna desde mi condición de no creyente pero tampoco ateo. Eso podría llamarse agnosticismo, pero en realidad es resistencia a lo religioso y en especial a lo clerical en la creencia que sea.

Pese a esto, mi opinión sobre el Papa Francisco I está alejada de un cuestionamiento sobre la fe o una crítica de su misión pastoral. En el mundo de hoy el Papa incide no solo en lo religioso, sino que lo político no le es ajeno. Tanto si se mete en política como si no lo hace. Tanto si habla como si no. Acaba de dar una extensa entrevista a la agencia argentina Telam en la que lo demuestra.

Durante la pandemia, el Papa intervino poco, pero alguno de sus comentarios fueron realmente incisivos: “El solo hecho de que África no tenga las vacunas o tenga las mínimas dosis quiere decir que la salvación de la enfermedad fue dosificada por otros intereses”. No hay que ser muy perspicaz para entender que el pontífice se refirió a los intereses de los laboratorios y la actitud de muchos países poderosos que prevalecieron en el acopio de vacunas. Con ser eso verdad, nada dijo sobre las vacilaciones y errores de la OMS o sobre el fracaso del fondo COVAX para proveer de vacunas de forma equitativa a los países pobres.

Ahora, en la entrevista de Telam, el Papa tira una carambola a varias bandas para, por un lado, denunciar la agresión ambiental y el cambio climático, y por otro abatir las teorías conspirativas sobre el virus del COVID que afirman fue fabricado en un laboratorio de China: “Estamos abofeteando a la naturaleza. Y la naturaleza se la va a cobrar, se la está cobrando”. Entre líneas nos dice que la naturaleza y el reino animal agredidos por la conducta humana se vengan con un virus qué pasó del murciélago a otro animal y de ahí al hombre. El COVID es un castigo natural y como la naturaleza es obra original de Dios, el castigo es divino. Hábil declarante es Jorge Bergoglio.

Desde antes de la invasión a Ucrania, Kirill I, líder de la iglesia ortodoxa rusa, apoyó las ambiciones de Putin. El patriarca suministró cobertura espiritual para la invasión, a cambio de vastos recursos para su iglesia. En marzo tuvo una incómoda reunión por Zoom con el Papa Francisco. Trascendió que la reunión los encontró en lados opuestos de un abismo. Kirill definió la larga permanencia de Putin en el poder como “un milagro de Dios”, y se refirió a la guerra como una defensa justa contra las conspiraciones liberales para infiltrarse en Ucrania con “desfiles gay”. Sobre las réplicas de Bergoglio a Kirill lo único que trascendió fue que le comentó:  ”Hermano, no somos clérigos de Estado, no podemos usar el lenguaje de la política sino el de Jesús”. Y agregó: “No puedes transformarte en monaguillo de Putin”.

No obstante lo anterior, en declaraciones realizadas en junio a directores de publicaciones jesuíticas europeas, ante una pregunta directa sobre la guerra en Ucrania, definida por quien preguntó como “una guerra de agresión”, Bergoglio dijo en forma textual: “Para responder a esta pregunta tenemos que alejarnos del patrón normal de La Caperucita Roja: la Caperucita Roja era la buena y el lobo era el malo. Aquí no hay buenos y malos metafísicos, de forma abstracta. Está surgiendo algo global, con elementos muy entrelazados. Un par de meses antes de que empezara la guerra, conocí a un jefe de Estado, un hombre sabio, que habla muy poco. Después de hablar de las cosas que quería hablar, me dijo que estaba muy preocupado por la forma en que se movía la OTAN. Le pregunté por qué, y me respondió: «Están ladrando a las puertas de Rusia. Y no entienden que los rusos son imperiales y no permiten que ninguna potencia extranjera se acerque a ellos. La situación podría llevar a la guerra». Esa era su opinión.

El 24 de febrero comenzó la guerra. Ese jefe de Estado supo leer las señales de lo que estaba ocurriendo.” Hasta donde yo entiendo en esa respuesta no expresó el lenguaje de Jesús que le recomendara a Kirill sino que respondió por boca de “un hombre sabio” que es jefe de Estado. Una respuesta nada espiritual por donde se la mire. Sería bueno saber quién fue ese jefe de Estado que le explicó al Papa lo que iba a suceder.

En una reciente entrevista con la cadena norteamericana Univision le preguntaron a Bergoglio si tenía algún mensaje para el pueblo cubano en relación al primer aniversario de las masivas protestas callejeras antigubernamentales del 11 de julio de 2021 en Cuba. El pontífice no destinó una sola palabra de aliento o solidaridad con las víctimas de esa brutal represión del régimen cubano. Fueron más de 1400 los manifestantes que exigían comida y libertad de forma pacífica que fueron arrestados durante las protestas y al menos 701 siguen en prisión un año después. Amnistía Internacional, Human Rights Watch y otros grupos de derechos humanos lo han denunciado. Como consigna Andrés Oppenheimer en su columna de La Nación, en lugar de mostrar empatía con ellos, el Papa tácitamente se puso del lado del régimen cubano. “Tuve buenas relaciones humanas con gente cubana. Y también, lo confieso, con Raúl Castro tengo una relación humana”, dijo el Papa. Y agregó, en tono aprobatorio: “Cuba es un símbolo. Cuba tiene una historia grande”.

De modo que el Papa interviene a su aire en política cuando siente que debe defender determinadas posturas. Debió aclarar de qué es símbolo Cuba hoy, pero no lo hizo. Pero es capaz de afirmar para Telam que “De la crisis no se sale solo, se sale arriesgando y tomando la mano del otro. Ahí está lo social de la crisis, esta es una crisis de civilización”. Hay que preguntarle en la crisis que vive Cuba cuál mano tomaría.

Históricamente, los Papas han participado y sostenido los poderes terrenales a veces por encima de los del espíritu. Desde Rodrigo Borgia, que ocupó el solio pontificio como Alejandro VI, y es uno de los papas más polémicos y recordados de la historia - no porque sus acciones fueran muy distintas a las de otros que le precedieron o sucedieron, sino porque no trató de disimularlas- a Pío XII, el Papa Giovanni Pacelli, controvertido durante y después de su papado por acusaciones de antisemitismo durante la II Guerra Mundial, a la par de haber apoyado dictaduras como la franquista o la de Trujillo en República Dominicana.

Sin hacer comparaciones con los ejemplos mencionados, el actual Papa influye y participa de la realidad porque antes que nada es un hombre pensante. El problema es que Francisco I parece tener la tendencia de declarar como Jorge Bergoglio - en especial en temas políticos- y en tal sentido recuerdo una reflexión del periodista y escritor argentino Jorge Fernández Díaz: “Bergoglio no quiso ser Papa, soñaba con ser Perón”.

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