Hugo Burel
Hugo Burel

La frase en cuestión


En un país que registra récords de muertes diarias y contagiados por el Covid y enfrenta la incógnita de abrir o no la presencialidad en las aulas -por citar dos de los temas más acuciantes del contexto actual- la discusión sobre la constitucionalidad y conveniencia de la frase “Hay orden de no aflojar” pintada en una dependencia oficial por iniciativa de quienes fueron subordinados del ministro del Interior Jorge Larrañaga, parece un exceso de retórica republicana.

Se han pedido informes sobre el o los autores de la iniciativa y algunos parlamentarios se manifestaron contrarios al gesto cuando la pintura del rótulo sobre la pared todavía no se había secado. Inclusive dos senadores de diferentes partidos quieren presentar proyectos de Ley para que la frase sea incluida en la Ley Orgánica Policial, algo que no habrá de prosperar porque la bancada de gobierno no lo apoya y porque se trata de otro exceso. No caben dudas que, en el lugar en donde ha sido pintada, la frase es inadecuada e inconstitucional tanto como lo eran los tapabocas con el rótulo “No a la LUC” que lucían algunos docentes en clase.

La frase en cuestión se atribuye al caudillo blanco Aparicio Saravia y el fallecido ministro la había adoptado como arenga para motivar la acción de sus ordenados. Una frase surgida en un determinado contexto histórico y cuyo origen parece inspirarse hasta en el ciclo artiguista, fue utilizada como acicate para un cuerpo policial que durante bastante tiempo no tuvo el apoyo y el respaldo oficial que muchas veces reclamó. Era una muletilla que en ningún caso remitió de manera expresa a su autor original ni a su procedencia partidaria. Sin embargo, bastó que las imágenes televisivas mostraran la pintada en una fachada de la Zona Operacio-nal 5 de la Jefatura de Policía de Montevideo para que los reflejos de la clase política se movilizaran. Unos a favor y otros en contra.

Sin embargo, lo que debe valorarse es la fuerza que puede cobrar una consigna cuando es clara y está bien utilizada. En el tiempo que estamos viviendo “Hay orden de no aflojar”, adquiere significados que trascienden inclusive la intención que le diera el Dr. Larrañaga, que no era otra que no ceder ante la delincuencia. La utilizó como divisa para su gestión, que fue indudablemente exitosa porque el ministro actuó como un verdadero líder al frente de una cartera que ha sido definida como “la tumba de los cracks”. Pero hete aquí que ni bien finalizaron las exequias de Larrañaga, su arenga se pintó en una pared de un patio interior. Por supuesto que él no hubiera pedido y mucho menos autorizado que eso sucediera. Pero ahí está la frase en la pared, cuya única autoría remite a las iniciales del malogrado ministro.

Admitamos, no obstante, que las cinco palabras de la frase en cuestión nos vienen muy bien, no solo ante la delincuencia sino en un sentido más amplio frente a la emergencia sanitaria y social que estamos viviendo. Creo que hay momentos que se definen a través de palabras adecuadas. Cuando en los comienzos de la II Guerra Mundial Winston Churchill le advirtió a los británicos que el esfuerzo bélico demandaría “sangre, sudor y lágrimas”, no quería alarmar a su pueblo sino templarlo para lo que venía. Ese es el sentido de una arenga: condensar un sentimiento, expresar algo que motiva a actuar con temple y valentía. Eso fue lo que hizo Larrañaga con su frase.

La frase del ministro parece ser más atractiva que la que como un mantra se ha repetido del presidente para abajo por todo el gobierno -incluido Jorge Larrañaga-: “Libertad responsable”. De alguna manera “hay orden de no aflojar” la complementa en términos menos filosóficos y más emotivos. La responsabilidad para ejercer la libertad ha sido un concepto ya analizado y apoyado en esta columna, pero a la luz de las cifras actuales parece no haber funcionado como se esperaba. Pese a su sencillez y claridad, no ha tenido el gancho suficiente para comprometer el ánimo de todos. Acaso porque no emociona y no apela a eso recóndito tan difícil de extraer del espíritu humano y que no pasa por el intelecto sino por el corazón.

Sería bueno probar con el “no aflojar” en vez de cuestionar su uso por motivos que de ninguna manera estuvieron en juego cuando el ministro la utilizó. En un país en que el número de muertos diarios por Covid es aceptado como una cifra más de la realidad y cuando muchos parecen anestesiados ante la adversidad, apelar al no afloje como orden de acción sería un intento válido. De paso señalo que en general, la comunicación del gobierno en el combate a la pandemia ha sido eficaz el año pasado y bastante errática y contradictoria en los meses recientes. Pero la carencia principal ha estado en la publicidad de las medidas que la población debe seguir, con cero emoción y vibra, salvo en el spot de los sobrevivientes de la Cordillera.

Los liderazgos se construyen desde zonas intangibles del espíritu y funcionan sin que la razón pueda explicarlos. Liderar es ponerse al frente de un proceso y tener el pulso sensible para dar un golpe de timón o explicar con claridad y convicción el rumbo a seguir. A veces eso puede condensarse en las palabras elegidas para motivar y convencer. La lucha contra la pandemia necesita de un impulso que apuntale el esfuerzo vacunatorio. El “no aflojar” es un ejemplo de motivación que debería utilizarse. Ese sería un mejor homenaje a su inspirador que la pintada en una pared.

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