Hernán Sorhuet Gelós
Hernán Sorhuet Gelós

Puntapié inicial

El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) califica a la situación actual de contaminación por el plástico como una “crisis mundial” que requiere una actuación rápida y coordinada.

Era hora de que las naciones del mundo se aboquen a lograr un acuerdo vinculante para reducir la contaminación de plásticos de manera global, con énfasis en los océanos, porque cada año reciben la astronómica cantidad de 11 millones de toneladas de estos materiales.

Su presencia en los mares es altamente perniciosa porque contamina los ecosistemas, sofoca manglares, corales y pastos marinos, mata a muchos organismos vivos, altera la acción clorofiliana -principal fuente de oxigenación de la atmósfera-; contribuye con el calentamiento global por la altas emisiones de CO2 derivadas de la producción de los plásticos: provoca cuantiosas pérdidas económicas al turismo, a la pesca, a la acuicultura, y elevados gastos para la limpieza de playas, puertos y otras zonas costeras.

A nuestro país le tocó dar el puntapié inicial. Comenzó en Punta del Este la reunión del Comité Intergubernamental de Negociación sobre el acuerdo de plásticos (INC). Es el primero de los cinco encuentros a realizarse hasta 2024.

Se persigue un gran y necesario objetivo: acordar un tratado global de plásticos que tome en cuenta el ciclo completo de los mismos, para hallar soluciones reales a este problema.

Una vez alcanzado el acuerdo el mismo deberá ser firmado por los países miembros de Naciones Unidas, y luego ratificado por los respectivos parlamentos y congresos para alcanzar el rango de ley de aplicación nacional obligatoria.

Desde luego se sabe de antemano que en lo acordado se debe incluir mecanismos viables de raspado financiero y técnico para los países que lo requieran, pues de lo contrario quedaría como buenas intenciones escritas en papel que no se harán realidad.

Naciones Unidas prevé que para 2030 se duplicará la contaminación causada por el plástico en los ecosistemas acuáticos. En la actualidad el 85% de los desechos marinos son de ese origen. También ha cuantificado que entre 1950 y 2017, 7.000 millones de los 9.200 millones de toneladas de la producción acumulada de plástico, se convirtieron en residuos, terminando en vertederos (allí estarán por mucho tiempo), como residuos incontrolados vertidos o abandonados en el ambiente terrestre y en el mar.

Sabemos que el reciclaje de los plásticos es muy necesario pero no suficiente. Sólo promoviendo esta estrategia no se podrá solucionar el problema. Hay que atacar por todos los frentes. Reducir la producción; prohibir el uso de aditivos tóxicos en la fabricación de los plásticos; lograr la drástica limitación de los plásticos desechables; mejorar significativamente la recuperación y reutilización de los productos plásticos; y mejorar los procesos de reciclado.

Una vez más el minucioso análisis de estos problemas globales que enfrente la humanidad parece señalarnos a la economía circular como el faro conceptual a seguir, donde los ciclos se cierren manteniendo constante el flujo de los recursos naturales. Y no como la economía lineal imperante de extracción, producción, consumo y desperdicio. Parece ser el gran desafío de este siglo.

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