Hernán Sorhuet Gelós
Hernán Sorhuet Gelós

Nuevos retos y desafíos

Un aspecto importante en el proceso de adaptación al cambio climático que estamos experimentando, tanto en forma individual como colectiva, involucra a nuestros comportamientos.

Los más reputados especialistas del planeta ha confirmado que las conductas humanas son responsables del acelerado ascenso de la temperatura global atmosférica, cuantificado en 1.1ºC desde 1850 a la fecha.

Puede parecer poco pero no lo es. La estabilidad del cambio climático implica que a pesar de la gran variabilidad que podemos percibir en los fenómenos y en los elementos atmosféricos a través de los años, meses e incluso días, la temperatura media a largo plazo se mantiene con muy poca variación. Por eso, ese mencionado 1.1ºC ha sido suficiente para encender todas la alarmas.

De hecho, nos hemos establecido como un objetivo razonable y que debe acaparar todos nuestros esfuerzos, lograr que en las próximas décadas el incremento del calentamiento global no supere en 1.5ºC a la marca que existía en el época preindustrial.

La complejidad de la biosfera es tal que seguimos descubriendo mecanismos naturales con capacidad de incidir en estos fenómenos. Así como los gases de efecto invernadero propenden a calentar nuestra atmósfera, otras emisiones antrópicas, como los aerosoles (partículas en suspensión en el aire) contrarrestan el fenómeno, ayudando a enfriar el aire.

También continuamos aprendiendo el complejo sistema de absorción del dióxido de carbono que poseen los océanos. Por ahora hay más preguntas que respuestas.

Adaptarnos al cambio climático en buena medida significa repensar el presente y el futuro. La temperatura promedio de nuestro país está cambiando. Los científicos confirman que la región Este del territorio uruguayo se calentó más que la Oeste y que el litoral Sur. Significa que están en marcha cambios de diversa índole y magnitud, como por ejemplo: los regímenes de lluvias y los períodos de sequías que tanto afectan a la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas nacionales.

Como si esto fuera poco, nuestra cambiante realidad está íntimamente vinculada al comportamiento planetario, más global e independiente que lo que se pretende asegurar a través de las fronteras políticas creadas por los pueblos. Son abstracciones que no pueden impedir la dinámica global de los océanos, o de las temperaturas del aire, que viajan libremente.

Como vemos son muchos los desafíos que tenemos por delante. A escala nacional se necesita promover y fomentar mucho más la investigación. Generar conocimiento local de calidad aumenta considerablemente el uso sustentable y eficiente de los recursos naturales. Pero al mismo tiempo nos permite cuidarlos, restaurarlos, recuperarlos. Ante este panorama, el recurso que emerge con mayor prioridad es el agua. Debemos priorizar que los recursos hídricos son escasos y, por lo tanto, hay que administrarlos con sumo celo. Aunque nuestra cultura pasada de moda insiste en señalarnos lo contrario, la correcta gestión del agua dulce exige tener extremo cuidado en su manejo y administración.

Estamos convencidos de que este es el pilar más crítico de la estrategia de adaptación al cambio climático de nuestro país.

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