Hernán Sorhuet Gelós
Hernán Sorhuet Gelós

Ciudadanos del XXI

Las innovaciones tecnológicas, sumadas a las cada vez mayores imposiciones del mundo globalizado, son razones más que suficientes para repensar -con la urgencia debida- los cambios que se necesitan en la preparación de la sociedad para enfrentar los desafíos con buenas posibilidades de éxito.

Hemos avanzado bastante en materia de concienciación general. Los durísimos golpes que nos están profiriendo el cambio climático, la pandemia, y la paulatina confirmación de viejas alertas ambientales, son hechos tan contundentes que ni siquiera los sectores más conservadores han podido seguir ignorando.

Sabemos que el único camino viable para nuestro futuro y el de nuestros nietos es la sostenibilidad. Construido sobre las bases sólidas del conocimiento científico y del tradicional, pero con la mente tan abierta como para respetar tanto las generalidades del planeta como las particularidades de cada localidad y grupo social.

Este azaroso camino transformador, plagado de dificultades, obstáculos, e intereses sectoriales y personales, se irá despejando fundamentalmente a través de acciones educativas y comunicaciones, inteligentemente diseñadas.

Pero existe un basamento fundamental sobre el cual construir la sociedad del XXI; nos referimos a la ética ambiental, la que deberá regir por voluntad de todos.

Cada vez sabemos más, cada día aumentamos el conocimiento disponible, y es un imperativo moral utilizar todo ese bagaje para anticiparnos a los problemas y reconstruir nuestras sociedades en proyectos más justos, equitativos y viables a mediano y largo plazo.

En este contexto, la educación que sobresale como la prioritaria es la no formal, o sea aquella que discurre por fuera de los sistemas y ámbitos curriculares.

En la actualidad torrentes inmensos de información fluyen a cada instante, a través de internet, con todo lo bueno y lo malo que ello significa, y dirigidos a todas las personas, especialmente a las que ya no concurren a salones de clases, ni lo harán.

Pero lo significativo es que la buena información dejó de ser patrimonio de pocos para democratizarse hasta límites impensables. Por lo tanto, desapareció su manipulación arbitraria y su congelamiento en el tiempo.

Vamos hacia una ciudadanía más madura y comprometida, aunque también necesitada de adquirir herramientas efectivas y confiables que le permitan aprender a manejar con acierto ese tsunami informativo, que cada día está presto a irrumpir en sus vidas.

Para todos, sin excepción, la situación es nueva y desafiante. ¿Cómo debemos prepararnos los educadores y comunicadores?

Lo primero es tratar de definir aquellos valores que consideramos fundamentales para formar ciudadanos honestos, responsables, solidarios, comprometidos con los más elevados valores democráticos y con el cuidado responsable de nuestro entorno.

Lo segundo es promover el compromiso y la participación individual en esta nueva construcción de nuestro destino. Empoderarnos todo lo posible nos transforma en ciudadanos más responsables y protagonistas (eternos aprendices), minimizando todo lo posible que otros tomen las decisiones importantes en nuestro nombre, como sucedía hasta ahora.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados