Hernán Sorhuet Gelós
Hernán Sorhuet Gelós

Muy atentos al “GACH climático”

El viernes finaliza la Cumbre de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, con la expectativa de siempre de que los países del mundo concreten avances importantes en el terreno de la crisis climática.

No se trata de un asunto en el cual haya espacio para opiniones antagónicas sobre el problema de fondo, por la sencilla razón de que hace tres décadas los gobiernos del mundo disponen de un “GACH climático”, integrado por los más reputados científicos del planeta -quienes en forma honoraria producen documentos con la mejor información científica existente. El IPCC viene advirtiendo sobre la gravedad de la situación y la necesidad de tomar medidas valientes para evitar males mayores.

Del Acuerdo de París a hoy transcurrió algo más de un lustro, confirmándose lo que ya se suponía iba a suceder. Solo se concretaron parcialmente los compromisos asumidos por los países -a través de la Contribución Determinada a nivel Nacional- para ayudar significativamente con la mitigación de sus emisiones de gases invernadero, y a la adaptación a los cambios en curso; a pesar de que el comportamiento climático, año tras año, continúa pasándoles factura, con crecientes costes sociales, económicos y ambientales.

Aunque es cierto que con la llegada de la nueva administración estadounidense, cambió radicalmente la postura de la gran potencia mundial ante el calentamiento global, habrá que ver si se traduce en un cambio de rumbo a la hora de tomar medidas concretas y sobre todo efectivas. El mundo necesita que su liderazgo sea claro y firme, que impulse nuevos marcos regulatorios justos -sobre todo para las naciones que menos responsabilidad tienen con la crisis climática-, y que ponga en práctica atractivos incentivos capaces de impactar en las economías de manera beneficiosa.

En lo específico, se llegó a la COP26 con las expectativas de sentar bases lo más firmes posibles para conseguir que se detenga la deforestación para final de la década; se concrete el financiamiento anual de 100.000 millones de dólares para mitigación y adaptación; se logre fijar una fecha final para el uso de carbón sin tecnología de captura; reducir las emisiones globales de metano; y que en menos de dos décadas todos los automóviles tengan emisiones cero (se logra cuando la cantidad de gases de efecto invernadero que se emiten no supera a lo que se elimina o reduce de la atmósfera).

Estos objetivos están direccionados a conseguir lo que el IPCC define como imperioso, fundamental y crítico: lograr que el calentamiento global de la atmósfera no supere el 1.5º C con respecto a la temperaturas preindustriales, algo que por ahora parece muy difícil de conseguir.

Desde luego esta COP no logrará librarse del componente infaltable de estas cumbres: las declaraciones de buenas intenciones de todos los participantes, en especial los principales responsables de los daños ambientales que se le infligen al planeta.

Como no existe un organismo mundial sancionatorio que haga cumplir con lo comprometido suscritos, todo termina siendo voluntario y como respuesta de la mejor imagen posible que cada nación trata de proyectar.

El sentido común indica que si continuamos tomando a la ligera al IPCC, seguramente nos irá muy mal.

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