Hernán Sorhuet Gelós
Hernán Sorhuet Gelós

Aprovechar las oportunidades

Dadas las singularidades de nuestro país en todos los órdenes, estamos convencidos de que contamos con algunas ventajas que deberíamos aprovechar, para avanzar decididamente hacia la implantación de un modelo de desarrollo sostenible pleno.

Es excelente la idea de potenciar la estrategia del Valor Agregado Ambiental en la producción agropecuaria nacional, porque resulta muy virtuosa. En materia de producción, nuestro marcado perfil de país exportador de alimentos y fibras se vería potenciado al sumarle “un plus” de calidad, cada vez más demandado.

A partir de Acuerdo de Paris (2015) y de la contundencia de los sucesivos informes del Comité Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), este tema se reposicionó en todos los ámbitos, provocando un cambio cualitativo en materia de las responsabilidades nacionales. Antes, solo las naciones responsables de los volúmenes más grandes de emisiones a la atmósfera, eran las que estaban obligadas a reducirlos.

Desde 2015 cada país, sin importar su incidencia en el calentamiento global, debe hacer todos los esfuerzos que le sean posible para contribuir a la mitigación de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera.

Para ello, se estableció el acuerdo de que cada nación le comunique al resto, cuáles son sus compromisos voluntarios para contribuir con la mitigación del cambio climático. Consiste en un informe a presentar cada cinco años, en el cual se detallan las políticas domésticas en ejecución y los proyectos a llevar a cabo, teniendo como norte contribuir (a escala nacional) a que el mundo alcance la meta del “carbono neutro” en 2050 -algo que hoy estamos lejos de alcanzar.

El IPCC ha sido categórico. Si no se consigue esa meta para la segunda mitad del siglo XXI, seguramente el clima mundial se desestabilizará, con consecuencias muy graves para los pueblos.

Recordemos que los efectos negativos del cambio climático lo padecen todos los pueblos del planeta, sin importar su grado de responsabilidad en la generación del problema.

Por lo tanto, lo más importante es contribuir a la mitigación del fenómeno. En ese amplio terreno que involucra los sistemas de producción, las políticas energéticas, los estilos de vida, los sistemas de transporte de personas, bienes y materiales, la valoración y consideración de la llamada “huella de carbono” es importante.

Se trata de un indicador ambiental que permite establecer la totalidad de gases de efecto invernadero emitidos de manera directa o indirecta por una industria, un organismo, un establecimiento rural, una universidad, etc. considerando su desempeño mensual, anual o a más largo plazo.

Desde luego, obtener esa información no es fácil y sí costosa.

Debajo de ese amplio paraguas también está el mercado de carbono como una posibilidad a aprovechar. La venta de bonos o certificados de carbono es un rubro lucrativo, que permite obtener ingresos extras en la actividad productiva que se realiza, como sucede en la forestación.

Lo más interesante para nuestro país es que cada vez los mercados internacionales aumentan sus exigencias en materia ambiental, lo cual eleva el precio de las mercaderías que cumplen con ellas.

Tenemos inmejorables oportunidades de avanzar en ese sentido, requiriendo de una política económica y un marco legal en perfecta sintonía.

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