Hernán Sorhuet Gelós
Hernán Sorhuet Gelós

Sabemos hacia dónde ir

No cabe duda de que el desafío global más imperioso que enfrenta la humanidad es el cambio climático. Son múltiples los planos en los cuales el calentamiento global en curso impacta negativamente en la calidad de vida de las personas.

Dicho esto como preámbulo nos enfocaremos en un tema vinculado, que hemos abordado en otras oportunidades. La lenta pero constante destrucción de la Amazonia es un problema serio, que disimula su gravedad en que está sucediendo de manera gradual y no de golpe.

El llamado internacional a protegerla de manera sostenible es de vieja data, pero ha chocado sistemáticamente con obstáculos enormes, entre los cuales sobresale el hecho de que, por su enormes dimensiones (unos 7 millones de kilómetros cuadrados de superficie), se distribuya entre 7 países y un territorio francés de ultramar. Cada gobierno y administración prioriza sus intereses y necesidades, haciendo muy difícil lograr acuerdos que se transformen en políticas públicas aplicadas en todos ellos.

Recordemos que en 1978 se firmó el Tratado de Cooperación Amazónica, pero lejos ha estado de cumplir con las expectativas que se generaron hace más de cuatro décadas.

Pero, como se tiene conciencia de la importancia del tema -no solo por sus efectos locales sino también regionales y mundiales- su conservación continúa muy presente en la agenda de los asuntos prioritarios.

El mes que viene se cumplirán dos años de la firma del Pacto de Leticia entre los países amazónicos -excepto Venezuela-. La intención fue reactivar los acuerdos en tiempos donde el conocimiento científico aumenta todos los días, y las urgencias ambientales cada vez marcan con mayor énfasis las agendas públicas.

Las asimetrías son muy pronunciadas desde el momento que Brasil cuenta con el cerca del 65% de la superficie amazónica y le sigue a mucha distancia Perú con algo más del 10%.

A ello hay que añadirle que mientras la gestión sostenible de la selva no sea parte de las políticas de estado de los países en aplicación, su destino seguirá muy ligado a los vaivenes políticos electorales de cada uno de ellos.

En tiempos de pandemia el Pacto de Leticia quedó ubicado en un segundo plano. Es una pena porque recoge valiosas intenciones como la urgente necesidad de detener la deforestación y al mismo tiempo impulsar proyectos de reforestación y rehabilitación de zonas afectadas. Otros dos asuntos que merecen ser destacados son: la intención de mejorar la coordinación entre los gobiernos para combatir la delincuencia instalada en la zonas más recónditas de la selva, pues ante cualquier acción policial recurre a la protección que le brinda cruzar la frontera; y fomentar una colaboración mucho más estrecha entre los centros de investigación de los países, para intercambiar la información y el conocimiento producido, y así promover la obtención de mejores resultados en los programas aplicados. De esa manera se favorecerá que los técnicos de los estados amazónicos logren una visión más amplia de la estructura y funcionamiento del bioma.

La academia nos señala con mucha claridad que la conservación de la amazonia es parte importante de la salud y bienestar de la humanidad.

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