Hernán Bonilla
Hernán Bonilla

Tradiciones enfrentadas

Buena parte de la confusión que existe sobre qué es realmente el liberalismo se deriva de que, efectivamente, existen dos tradiciones no solo diferentes, sini en buena medida contrapuestas.

Como ha explicado Hayek en Los fundamentos de la libertad, existen “dos tradiciones diferentes de la teoría de la libertad: una empírica y carente de sistema; la otra. especulativa y racionalista.” Ahondando en el asunto: “La primera, basada en una interpretación de la tradición y las instituciones que había crecido de modo espontáneo y que sólo imperfectamente eran comprendidas. La segunda, tendiendo a la construcción de una utopía que ha sido ensayada, pero sin conseguir jamás el éxito.”

La posición de los primeros se puede sintetizar en la conocida frase de Adam Ferguson -destacado autor de la Ilustración escocesa-: “Las naciones tropiezan con instituciones que ciertamente son el resultado de la acción humana, pero no la ejecución del designio humano.” Es importante destacar aquí que las naciones “tropiezan” con las instituciones, vale decir son producto de un proceso de descubrimiento, prueba y error, que se da a lo largo del tiempo. También debe enfatizarse en que son consecuencia de la “acción humana”, o sea, del trabajo de los seres humanos, de su interacción, competencia y cooperación, pero no del “designio humano”, o sea un resultado pergeñado por la ingeniería social.

Por su parte la posición racionalista queda expresada nítidamente desde Descartes que describe en el Discurso del Método como: “Se ve, en efecto, que los edificios que ha emprendido y acabado un solo arquitecto suelen ser mas bellos y mejor ordenados que aquellos otros que varios han tratado de restaurar, sirviéndose de antiguos muros construidos para otros fines.” Y extrapola la idea a las instituciones que rigen una sociedad: “para hablar de cosas humanas, creo que si Esparta fue en otro tiempo tan floreciente, no fue por causa de la bondad de cada una de sus leyes en particular, pues muchas eran extrañas y hasta contrarias a las buenas costumbres, sino debido a que, por ser concebidas por un solo hombre, tendían todas a un mismo fin.”

La dificultad que conlleva la comprensión de instituciones que no fueron diseñadas por la razón humana sino que son producto de un proceso evolutivo espontáneo es el fondo del asunto. Mientras que para los racionalistas hasta la moral es susceptible de ser reformada para amoldarse con su ideal de perfección social que usualmente conlleva una distopia, para Hume la cuestión es diametralmente diferente. Para la creación de normas morales “la razón es por sí misma totalmente impotente” y, más categórico aún señala que “las normas de la moral no son conclusiones de nuestra razón”.

El empirismo de Hume no podría ser más contrastante con el racionalismo de Descartes. La característica humildad del liberal clásico se debe esencialmente a que comprende que hay aspectos valiosos de la civilización en que vive que no comprende y que no pueden toquetearse a la ligera. En el apuro por alcanzar fines concretos que pueden ser deseables se restringen libertades y se actúa desbocando al Estado en su alcance y cometidos, lo que más temprano que tarde resulta pernicioso.

Muchos problemas concretos en las sociedades contemporáneas se derivan de la incomprensión de este asunto fundamental, sobre lo que volveremos en breve.

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