Hernán Bonilla
Hernán Bonilla

Lecciones de Burke

Edmund Burke es un autor casi desconocido por estas tierras, pero de una influencia decisiva en pensamiento político anglosajón.

En su biografía sobre Burke, Jesse Norman afirma con entusiasmo un tanto desmedido que: “Edmund Burke es a la vez el más grande y el más subestimado pensador político de los últimos 300 años”. Pero en esa exageración hay algo de verdad.

Contemporáneo de otras celebridades, varias reunidas en el Club creado por Samuel Johnson, recreado recientemente en el libro “The Club” de Leo Damrosch, comenta este autor: “Sus miembros incluían a Samuel Johnson, James Boswell, Edmund Burke, Edward Gibbon y Adam Smith -posiblemente el mejor crítico, biógrafo, filosofo político, historiador y economista británicos de todos los tiempos.”

Norman destaca los principales temas en que batalló Burke: 1) Por un trato más igualitario para los católicos en Irlanda. 2) Contra la opresión británica a las colonias americanas. 3) Por mayores frenos constitucionales al poder ejecutivo. 4) Contra el poder corporativo de la Compañía de las Indias Orientales. 5) La más recordada hasta la actualidad, su oposición a las ideas y la influencia de la Revolución Francesa. En este breve resumen se puede visualizar un patrón común, la lucha contra la injusticia y el abuso del poder.

Burke hoy sigue despertando polémicas en torno a su pensamiento y dos corrientes lo suelen reclamar entre los suyos, los liberales y los conservadores. Muy valorado por Hayek entre los liberales, es también reclamado por autores como Roger Scruton entre los conservadores. Mucho antes, incluso, Burke había sido proclamado, nada menor que por Lord Acton como “el primero de los liberales, el primero de los conservadores”.

Un punto central del pensamiento de Burke, en línea con la tradición del pensamiento liberal clásico que comentábamos en el artículo anterior, es su comprensión del funcionamiento de los órdenes sociales y los enormes peligros que deparaba el racionalismo cartesiano. Vale decir, pretender cambiar un orden social desde las premisas dogmáticas del pensamiento voluntarita conduce a experimentos de ingeniería social de potenciales consecuencias terribles.

Así, expresaba Burke, “un hombre ignorante” que no es “suficientemente tonto para entrometerse con su reloj está, sin embargo, suficientemente confiado para pensar que puede, con seguridad, tomar las piezas y armarlas a su antojo de una máquina moral de otro tipo, importancia y complejidad, compuesta de muchas otras ruedas, resortes, contrapesos y poderes cooperadores y contrastantes. Los hombres piensan poco que tan inmoralmente actúan al entrometerse apresuradamente con lo que no comprenden.”

En otra obra, apuntando contra el rol que cumplen los Parlamentos en este mismo sentido, afirma: “Sería difícil señalar un error más auténticamente subversivo de todo el orden y belleza, paz y felicidad de la sociedad humana, que la posición que sostiene que un cuerpo legislativo humano tiene derecho a hacer las leyes que le plazcan”.

Burke fue el primero en comprender como la Revolución Francesa degeneraría en un régimen del terror. Sin sistema completo, su aporte fue superlativo para intentar frenar la fatal arrogancia de quienes piensan que puede cambiarse una sociedad de la noche a la mañana, a fuerza de leyes y voluntarismos.

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