Hebert Gatto
Hebert Gatto

Uruguay y el mundo

Las recientes Elecciones Parlamentarias de medio término en los EE.UU. y las presidenciales en Brasil, tuvieron repercusiones que excedieron a las que despertaron en sus respectivos países.

En el primer caso, este tipo de consulta, donde además de renovarse la Cámara de Representantes y parte del Senado, se eligieron gobernadores y puestos estaduales, se convierten además en una evaluación sobre la labor presidencial a mitad de mandato. Una práctica muy extendida que suele generar dificultades para el primer mandatario quien en plena implementación de sus proyectos, no siempre ha contado con el tiempo suficiente para desarrollarlos. El resultado es que generalmente, aunque no siempre, el gobierno emerge debilitado. No es eso sin embargo, lo ocurrido en este caso en la democracia del norte donde la esperada marea roja republicana vaticinada por la mayoría de las encuestas, no se produjo. Aun cuando los resultados definitivos todavía no se conocen, hay consenso en que los demócratas han votado bien, en lo que en términos deportivos podría calificarse como un empate.

Por eso esta votación ha supuesto un golpe importante a las expectativas de Donald Trump para presentarse en las próximas elecciones a la vista que esta recuperación demócrata se correlaciona con el aumento del rechazo a su polémica figura en tanto polariza al electorado norteamericano entre los conservadores que lo endiosan y los demócrataliberales que, más allá de adhesiones o rechazos partidarios, le temen como individuo.

De presentarse a los comicios las opciones no serán entre el ideario republicano y el demócrata, en definitiva una pugna entre proyectos políticos y los valores que lo sostienen, sino entre el sistema político tradicional y un hombre que pretende gobernar a impulsos de su ego, poniendo en jaque a la institucionalidad de su país. Una práctica típica de los líderes populistas actuales, tanto a izquierda como a derecha. Lo que hace que estas elecciones, desarrolladas en un país dominante en el planeta, tengan enorme interés para todos.

Es evidente que la vuelta de Lula a la presidencia de su país no tiene para el mundo la misma trascendencia que la de Trump. No solamente por tratarse de políticos de muy distintas características y propósitos si no por la muy diferentes proyecciones de los países que pretenden gobernar. Trump puede hacer desaparecer la vida civilizada en el planeta, algo no tan disparatado en las actuales condiciones de guerra en Europa, Lula carece de ese poder. Aún así ambos dirigirán dos grandes naciones. Ambas sumadas, con más de quinientos millones de habitantes y un enorme territorio.

Por eso, en lo que al Uruguay respecta, el triunfo de Lula tiene un sabor agridulce. Por un lado supone un alivio, la democracia brasileña deja de estar amenazada, por otro parece que dificultará aún más la apertura comercial que con enormes dificultades los orientales procuramos conseguir en el Mercosur. Hasta ahora, dadas las ambiguedades de Brasil en este tema, con escasos resultados. Quizás nuestra mejor oportunidad se encuentre en el futuro cambio de partidos en Argentina. Una esperanza que no está en nuestras manos concretar.

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