Hebert Gatto
Hebert Gatto

Una mala custodia

Nuestro país no vive sus mejores momentos. El explosivo descubrimiento del caso Astesiano, un tumor maligno aparecido cerca de la Presidencia, ha conmovido a ese Poder del Estado.

Por supuesto que no se trata únicamente de la mala actuación de un personaje que si en teoría gozaba de pocas posibilidades para interferir en la gestión del gobierno -ni siquiera era un empleado público-, en los hechos mantuvo una relación privilegiada con el primer mandatario y a su través con la Policía Nacional, de la que se valió para acrecentar su influencia.

Aparentemente sus actividades más importantes, junto a sus socios, entre ellos un escribano y un ciudadano ruso, consistía en facilitar pasaportes falsos a requirentes de nacionalidad rusa, mediante adulteraciones de sus partidas de nacimiento. Una maniobra en la que también estaría implicado un excónsul uruguayo en el exterior en este momento en prisión. Aún se ignora, la información es confusa, cuantos de estos documentos lograron facilitar y cuanto percibieron por ellos. También surge que a partir de este negocio inicial, Astesiano habría incurrido en venta de influencias, demandadas por su proximidad al poder. Cuatro o cinco altos cargos de la Policía (Director de Inteligencia, Sub Director Ejecutivo, Director General de Fiscalización de Empresas, Director de Sistemas Informáticos) recibieron y contestaron pedidos del custodio, algunos de ellos francamente aberrantes, como su solicitud de acceso al sistema informativo conocido como El Guardián, un elaborado mecanismo de espionaje, cuya utilización requiere autorización judicial.

Por si ello no bastara, últimamente se difundió que Astesiano recibió de una empresa norteamericana dirigida por ex militares uruguayos, una demanda para elaborar resúmenes informativos de los senadores de la República Charles Carrera y Mario Bergara a efectos de coaccionarlos para que desistieran de sus denuncias penales respecto a la situación del Puerto de Montevideo. No está claro todavía si dichas fichas fueron o no confeccionadas (aparentemente no lo fueron), pero ello no impidió que el escándalo se desatara y la oposición planteara una cuestión de fueros. Si bien entiendo que la demanda de antecedentes de los senadores constituye una imperdonable intromisión de un particular en un país extranjero, aún así no me parece que habilite un tema de fueros. No obstante la investigación, en manos de una fiscal que no está convencida si debe permanecer en el cargo sigue, día a día, arrojando nuevas dimensiones, la mayoría utilizadas por la oposición para enrarecer áun más el ambiente.

No hay duda que el tono dramático apunta a descalificar al Presidente. Si así no fuera todo sería más calmo. Al fin y al cabo se trataría de los deslices de una figura menor, y de una eventual responsabilidad de algunos policías, engañados por el cargo de Astesiano. Pero aún en este encuadre las cosas no son sencillas. Lacalle no debió mantener tan cerca a un individuo cuyo pasado en general conocía. Su eficacia en la custodia no justifica en absoluto su permanencia. Tampoco debió pedir a la Fiscal que se excluyeran sus comunicaciones con Astesiano. A lo sumo debió demandarle que si no afectaban la causa no se hicieran públicas. No lo hizo y ahora paga el precio.

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