Hebert Gatto
Hebert Gatto

El escándalo político

Para los voceros del Frente Amplio no existen dudas, los Ministros de Relaciones Exteriores y del Interior así como sus Subsecretarios, a la vista de las repercusiones del caso Marset, deben dejar de mentir al Parlamento, hacerlo debilita a la democracia.

Para otro despistado, de tono duro y mirada siciliana, debe renunciar el Presidente, el mismo ha demostrado no estar a la altura del cargo. Es asombroso ver como la irresponsabilidad con que ciertos personajes de la izquierda juzgan a los actores, a las instituciones involucradas y a la estabilidad del sistema político basados en sus majaderías. Cuando la situación exige calma, prudencia y profundidad en el juicio, ellos apuestan a la politiquería menor, con ello no hacen más que comprometer a la democracia, una construcción débil que necesita confianza y estabilidad. De ahí al escándalo político, a someter a la ciudadanía a una indebida tensión, y amenazar todos los días con el Apocalipsis, sólo resta un breve espacio. A semejante estrategia la denominan oposición.

Para ello, utilizan como proyectil el caso Marset, que si bien está rodeado de situaciones aún no aclaradas, declaraciones ambiguas y algunas contradicciones, necesita tiempo y maduración. También algo más de sinceridad. En las redes se han publicado con prisa y sin calma las peores declaraciones sobre el asunto. El abogado de Marset, Alejandro Balbi resultó duramente denostado en las mismas. No se logra entender que ha cumplido como corresponde con sus obligaciones de defensa para con su cliente, ejerciendo todas las acciones que entendió pertinente y entrevistándose con todos aquellos que pudieran auxiliarlo en esa labor. No merece ninguno de los reproches que se le dirigen, como ha sucedido anteriormente, estos desmerecen la labor penal de los abogados. Sin ellos y sin el sacrosanto principio del secreto profesional, no existiría justicia digna de tal nombre.

Repasemos lo sucedido: Carolina Ache, la vicecanciller, supo el 3 de noviembre de 2001 que Sebastán Marset era un delincuente peligroso, se lo aviso su par del Ministerio del Interior. No lo trasmitió a su superior el Ministro hasta pasado varios meses. Según manifestó, no se enteró que Marset tramitaba el pasaporte uruguayo. El 24 del mismo mes concedió una entrevista a Balbi, quien se limitó a solicitarle le informara sobre la fecha del despacho de la valija diplomática ministerial. Un mutismo que no me resulta convincente. Una semana antes, Balbi había solicitado al Consulado en Emiratos, la expedición urgente del pasaporte para su cliente. Un trámite que, al no existir causa penal pendiente a Marset, la legislación uruguaya no impedía. Al tiempo la Embajada Uruguaya envía una carta a Emiratos aclarando que posiblemente Marset recibiría el documento que tanto solicita. La carta facilitó su libertad.

Por fin, el pasaporte es expedido, previo pedido del Subdirector de Identificación Civil del Ministerio del Interior, Alberto Lacoste, hoy renunciante sumariado, solicitando a Policía científica, apure la expedición de 3 documentos. Uno de ellos el de Marset. Previamente Balbi se había entrevistado con Lacoste, procurando agilitar el trámite. Ache jura que nunca supo nada del pasaporte, Maciel guarda silencio. Lacoste renuncia y nada dice. Tales los hechos. Desprolijos sin duda, tan graves como para comprometer la dignidad del país: puro desvarío.

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