Guillermo Maciel
Guillermo Maciel
Abogado, docente universitario y director de Fundapro

Gobierno fallido

Cuando la gente pensaba que nada más los podía sorprender, luego de ver que rapiñan a policías o que vuelan cajeros a metros de seccionales, la realidad los asombra nuevamente.

En efecto, ahora los delincuentes tirotean y rapiñan ambulancias que van a asistir emergencias; asaltan a jóvenes voluntarios que reparten comida a personas carenciadas; roban escuelas; los carteros del Correo no entregan correspondencia en 10 puntos de Montevideo aduciendo que son "zona roja" y donde es frecuente que los asalten; las aseguradoras recibieron 45% más de denuncias por robo de automóviles en el primer semestre; y la per- la es un ciudadano que filma dentro de la Seccional 6ª de Policía, donde no hay nadie.

Una vez más la reacción, en lugar de atacar las causas (atrapar a los delincuentes) es tomar medidas sobre los efectos. Se le pone luces "verdes" a las ambulancias, se limitan la cantidad y horario de los cajeros, o se imparten cursos de qué hacer cuando los vengan a rapiñar.

Pero las cosas lamentablemente no terminan ahí. Asesinaron a un joven a media cuadra de la casa del Presidente y el homicida se fue en bicicleta.

En el Pinar, la policía llega en taxi por falta de patrullero a capturar a un delincuente. Y apenas se resuelve el 10% de los delitos.

A su vez, hace un año, la "Inclusión Financiera" servía para explicar la baja de las rapiñas, y hoy, a los mismos gobernantes les sirve para explicar el aumento delictivo.

La vicepresidenta del país, en medio de la ola de violencia y asesinatos, dice que se requiere paciencia. Llevan 14 años gobernando y ¿se pide "paciencia"? El expresidente José Mujica admite, "La delincuencia nos pasó por encima".

Y como si fuera poco, el Ministro del Interior y el Fiscal General de la Nación, discuten con acusaciones cruzadas por los medios de prensa. Mientras tanto, las personas en la calle son las víctimas potenciales, en las que parecería que na- die repara. Lamentable panorama.

La gente siente que se encuentra como en lista de espera, para ser robada, rapiñada o asesinada. Los barrios seguros de ayer, hoy son inseguros y los barrios inseguros de ayer, hoy son más inseguros. Mejoró la seguridad, pero para los delincuentes. Parecería que es más seguro que no los agarren, que no los procesen, que no vayan presos, que no cumplan toda la pena, que tengan mayor impunidad, que actúen con menor riesgo, y que se salgan con la suya.

Prueba de ello es que en nuestro país los asesinatos no dejan de crecer exponencialmente. Si consideramos al año móvil a julio se observa que se superan los 370 asesinatos. Y tan solo en los primeros 7 meses de 2018 ocurrieron 243.

Mientras tanto, y a modo de ejemplo, en São Paulo (Brasil), se registra la menor tasa de homicidios por 100 mil habitantes, 10,9 (Montevideo registra 11,7), y una reducción del 46% de los asesinatos de 2006 a 2016, según el "Atlas da Violencia 2018". Y en Argentina la tasa de homicidios se redujo un 22% entre 2015 y 2017. Se trata del tercer año consecutivo de caída de este indicador y se ubica en su nivel más bajo desde 2007.

La inseguridad es con-secuencia directa de la gestión del gobierno. La tendencia sostenida del aumento de los delitos es sinónimo de un gobierno fallido, que fracasa en proteger a la población.

Hay que tener bien en claro que los principales responsables de la inseguridad son: primero, los delincuentes por su accionar, y segundo, el gobierno por su responsabilidad en no combatir eficazmente el delito.

Hay que comenzar respaldando a la policía y restableciendo la autoridad. El ministro es el primer policía y debe estar presente no para imputarle si no llevaba chaleco o estaba fuera de horario cuando fue asesinado, sino para acompañar a la familia en el dolor, yendo al sepelio y el entierro. Donde la premisa en lugar de culpar a la víctima, sea perseguir a los responsables. Debe priorizarse vaciar las calles de delincuentes, en lugar de vaciar las cárceles. A su vez invertir la ecuación familias enrejadas y delincuentes libres.

Hoy existe una gran distancia entre el relato oficial y la realidad. El 91% de los uruguayos afirman que la Seguridad está "mal o muy mal" (Factum).

A lo que se suma la inmensa insensibilidad para los cientos de damnificados de la delincuencia. La nula empatía con las víctimas, impasibles y con indiferencia frente a una inseguridad que genera dolor e impotencia, que mata, destruye familias, y viola los DD.HH. Olvidando que víctima y victimario no son iguales. Uno salió a estudiar, trabajar, a realizar sus tareas; el otro a robar, lesionar, matar.

Cada ser humano es un ensayo único e irrepetible de la naturaleza. Un ser irremplazable. Pero hoy para un delincuente, una persona no vale más que los bienes materiales que porta y para el gobierno, el lugar que ocupa ese ser humano es un mero dato en una estadística de criminalidad.

Parece que han olvidado que la esencia de la política es tratar de solucionar los problemas a la gente. Y que en materia de seguridad pública lo que está en juego es la vida de las personas. La actual anomia del Estado en seguridad pública es intolerable.

Un politólogo afirma que "el tema seguridad pública no mueve la aguja electoral". Y no, seguramente no la mueva, porque como están las cosas, ya se la habrán robado, la aguja, el reloj y quién sabe cuántas cosas más.

Cambiando el gobierno no se arreglará todo. Pero manteniéndolo no se arreglará nada.

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