Gina Montaner
Gina Montaner

Ruido y silencio

Estrenamos 2022 en medio de una ola de contagios por la nueva cepa ómicron.

A primera vista, podría dar la impresión de que no comienza muy halagüeño, pero lo cierto es que comparado a hace un año la situación global en lo referente a la pandemia por COVID-19 es mucho más esperanzadora.

Damos inicio al nuevo año con un esfuerzo de vacunación masiva que sigue en marcha a pesar de los negacionistas y todos los que viven de espaldas a las recomendaciones de los científicos. Es indudable que la oleada de la variante ómicron se está viviendo como un catarro que la mayoría lo supera sin mayores problemas gracias a las vacunas y los refuerzos. No es coincidencia que las hospitalizaciones y casos de gravedad abundan entre los no vacunados. Lo que está por ver es si con la rápida propagación de ómicron la pandemia acabará por transformarse en endemia: el virus se queda y circula, pero la mortandad disminuye dramáticamente por los índices de vacunación e inmunización natural de grupo.

Desde que se desató esta pandemia que dio un vuelco a nuestras vidas, en contraposición al astuto virus nosotros también hemos aprendido a adaptarnos para sobrevivir por medio de medidas de mitigación y prevención siguiendo las pautas que los expertos médicos (con sus aciertos y desaciertos) han ido señalando para despejar un camino que solo en Estados Unidos ha dejado al menos 800.000 muertos. El COVID-19 ha provocado más muertes en dos años que el sida en las últimas cuatro décadas, con 700.000 estadounidenses fallecidos por causas relacionadas al VIH.

En medio de las noticias sobre la transmisión de ómicron que acaparan los titulares, en los últimos días de 2021 se informó de que una vacuna experimental contra el sida había dado muy buenos resultados en estudios con animales. Se trata de la misma técnica empleada para la vacuna contra el COVID-19 con el ARN mensajero. El preparado se le suministró a monos y la probabilidad de infección disminuyó en casi 80%. Si se logra aplicar con éxito en humanos, constituiría un hito en la lucha por erradicar un virus que hace cuarenta años provocó verdaderos estragos. Recordemos que quienes lo padecieron al principio fueron objeto de discriminación, sobre todo entre la población gay, que fue la que más sufrió el azote del VIH hasta que aparecieron medicamentos antivirales que aliviaron y frenaron los efectos devastadores del sida.

Es comprensible la conmoción en torno al COVID-19, con una letalidad que alcanza los confines más remotos del planeta. Tal vez por ello la gran noticia del avance contra el sida se ha diluido en el mar de la lucha contra esta nueva pandemia.

Pero del ruido también pasamos al silencio, que es lo que impera en los primeros días de 2022 en la isla española de La Palma. Después de tres meses de rugir sin cesar, el volcán de Cumbre Vieja se apagó en el último tramo del año que ha quedado atrás. Había que esperar diez días de inactividad total y así sucedió. Fueron meses de angustia, pérdidas materiales y las sentimentales, que tanto duelen. La lava del volcán parecía otro signo más de la ferocidad de una época marcada por catástrofes naturales y los palmeros lo sufrieron en carne propia. Al final se ha hecho la mudez a la sombra de un volcán que parece descansar y la vida continúa con todos sus reveses.

Ruido y silencio. Así terminan y comienzan los años que la vida nos da y nos quita.

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