Gina Montaner
Gina Montaner

La niñez desprotegida

Desde el principio la dictadura castrista se cimentó en la ocultación de sus atropellos. Sin embargo, al cabo de más de seis décadas en el poder el gobierno ha reconocido que mantiene encarcelados a al menos 55 menores de edad tras las manifestaciones del 11 de julio.

En medio del clamor y las condenas internacionales, en esta ocasión la propia Fiscalía General ha admitido que, en efecto, jóvenes de entre 16 y 18 años están encarcelados por manifestarse a favor del cambio y podrían enfrentar severas condenas.

Además de los menores que cayeron en redadas más de 700 personas fueron arrestadas a raíz de la jornada histórica que, entre otros, convocó el líder del Movimiento San Isidro, Luis Manuel Otero Alcántara, a quien mantienen encarcelado y aislado desde entonces.

El modelo que impusieron Fidel y Raúl Castro nació con la voluntad del totalitarismo. Desde sus comienzos hubo detenciones arbitrarias, juicios sumarísimos, fusilamientos y largas condenas a quienes disintieran, incluyendo las purgas dentro de las filas castristas. En cuanto a la violación de los derechos de menores que acaban encarcelados, fue una práctica común tras el triunfo de la revolución. Abundan las historias de horror de chicos que eran prácticamente niños y compartían celdas con adultos.

Eran los tiempos en los que el régimen contaba con el apoyo de muchos “compañeros de viaje” dispuestos a dejarse seducir por la retórica de aquella revolución calcada de la Unión Soviética y trasplantada al Caribe. Intelectuales de peso hacían la vista gorda en visitas en las que eran agasajados a pesar de que la deriva dictatorial fue rápida y evidente.

Ya a principios de los sesenta las cárceles estaban llenas, el exilio era la alternativa para los desafectos y la pobreza se instalaba de manera permanente.

Realmente ya son pocos los que en el mundo todavía justifican esta longeva dictadura. Hay reductos de comunistas que le hacen el favor a Díaz-Canel y compañía al hacerse eco de sus mentiras, pero el Evangelio según el castrismo ya no cuela y a la pantomima se le ven los costurones. Por primera vez el aparato de propaganda que durante tanto tiempo La Habana controló con destreza ya no surte efecto por mucho que sus papagayos lo repitan.

Es verdad que el castrismo se mantiene en el poder por la vía continuista de Díaz-Canel y tiene la capacidad de aplastar periódicamente a una disidencia que sobrevive en las catacumbas o es forzada al destierro.

Pero no es menos cierto que se trata de un gobierno debilitado por su propia desmoralización. Si alguna vez hubo vestigios de ideología por demencial que ésta fuera, lo único que queda es la consigna de guardar celosamente la llave que mantiene encerrado a todo un pueblo.

Gracias a las incansables denuncias de las madres y familiares de los menores, el gobierno reconoce que en su cárcel política hay adolescentes por pedir el cambio en un 11-J bastante más pacífico que el mayo francés del 68. Miente descaradamente el canciller Bruno Rodríguez al afirmar que protegen a la “niñez”.

Desde hace más de sesenta años los cubanos de todas las edades viven a merced de una dictadura cuya única preocupación es la de resguardarse de una eventual transición a la democracia.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados