Diego Fischer
Diego Fischer

Se vienen los 300

Falta un año y medio, para que Montevideo comience a celebrar sus tres primeros siglos.

El lunes último, la intendenta Carolina Cosse anunció una serie de comisiones que tendrán por cometido diseñar lo que serán los festejos. Según se dijo, el primero de estos cuerpos deliberativos comenzará a funcionar el próximo 4 de noviembre.

Si hubiera voluntad real de mejorar y cambiar en algo las cosas, podríamos pensar en una agenda de obras tan imprescindibles como postergadas. Claro y con razón los lectores pueden estar pensando que el tiempo de las utopías ya pasó y que nada se puede esperar de una fuerza política que hace 32 años que gobierna la capital y que no tiene logros que mostrar y tampoco proyectos para exhibir.

Un siglo atrás, Montevideo se aprestaba a festejar el bicentenario de su fundación. La ciudad era gobernada por un Consejo de Administración creado en la Constitución de 1918, que instauró el régimen colegiado en los órganos ejecutivos.

Los preparativos para el bicentenario se realizaron durante el gobierno del presidente José Serrato (1923-1927) y vale la pena recordar qué obras comenzaron a construirse, o se hicieron realidad dos siglos después de que Bruno Mauricio de Zabala recalara por estas tierras.

Montevideo, entonces, tenía poco más de cuatrocientos mil habitantes, la población total del país apenas superaba el millón cien mil. En 1922, había comenzado a edificarse el Palacio Salvo que se inauguraría seis años más tarde. Un año después, empezó a construirse la Rambla Sur, que sigue siendo hoy, cien años después, la mayor obra de infraestructura realizada en la historia de la capital. Los trabajos se prolongaron hasta 1935 y dotaron a Montevideo no solo de una de sus principales vías de comunicación, sino también de un paseo que cambió para siempre y para bien a la ciudad.

En 1923 se inauguró el monumento a José Artigas en la Plaza Independencia y se aceleraron las obras del Palacio Legislativo en el que se instalaría el Parlamento en 1925. De esos años, datan edificios icónicos como el Hotel Carrasco, el edificio del Correo en la Ciudad Vieja, el Palacio Chiarino, el Palacio Díaz, el Jockey Club, entre muchísimos otros. Era una Montevideo que crecía y se extendía al son del desarrollo económico de un país que seguía recibiendo importantes oleadas de inmigrantes europeos.

La ciudad se expandía a un ritmo infatigable. Se construían calles y avenidas y barrios enteros para trabajadores como Casabó obrero en los alrededores de los frigoríficos La Uruguaya y Swift. También se seguían edificando fincas de veraneo para las clases acomodadas en Pocitos y en Carrasco. La Ciudad Vieja y el Centro, vivían un tiempo de esplendor que se extendió por varias décadas más.

Un siglo más tarde, la Montevideo que festejará sus tres siglos de vida es una ciudad muy distinta. Sus autoridades han anunciado un plan de áreas temáticas a la hora de celebrar. Nada se dice en esa hoja de ruta de su limpieza, su cuidado, de rescatar o recuperar monumentos y edificios históricos. De pensar en su futuro revalorizando su pasado y pensando en sus habitantes.

¡Qué bueno sería sentirse orgulloso de Montevideo! Los montevideanos que tenemos más de cincuenta años y las generaciones jóvenes no sabemos qué es eso.

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