Diego Fischer
Diego Fischer

Educación, educación

Estamos en los descuentos.

Quedan tan solo 55 días para que termine el año. Y el gobierno ha hecho una apuesta alta al cerrar el año poniendo el acelerador en la reforma de la educación y aspirando a lograr -al menos- la media sanción de la reforma de la Seguridad Social. Ambas transformaciones nos incumben e involucran a todos los uruguayos.

La reforma de la educación viene siendo boicoteada desde el mismo momento en que la coalición de gobierno anunció que la llevaría adelante. La oposición se fue incrementando a medida que la ANEP avanzaba en su pretensión de transformar a un sistema que ha demostrado su incapacidad de hacer lo que es el cometido y razón de un proyecto educativo: formar personas libres, pensantes y capaces de labrarse su propio futuro en base al conocimiento y con las herramientas que solo la educación puede brindar. Hace mucho tiempo que sabemos que ya no alcanza con los talentos y las virtudes de las personas para avanzar en un mundo que puede estar a disposición con un doble click o en un barrio marginal donde la pobreza material e intelectual condena para siempre a niños y jóvenes a la pobreza, cuando no los hace esclavos de la droga y de los narcotraficantes.

El último intento serio de reformar la educación se llevó adelante en 1995, y tuvo co-mo gestor y capitán a Germán Rama, un hombre tan capaz y preparado para la función como temperamental. Su proyecto, como no podía ser de otra forma, fue combatido por las cúpulas de los gremios docentes hasta extremos nunca vistos entonces. La mayor preocupación de la reforma Rama era la relación entre educación y equidad social. Y en tal sentido una de las principales líneas de acción se centró en la educación preescolar por su importancia en el futuro desempeño educativo de los alumnos y su impacto en la igualdad social. También creó los centros de formación docentes regionales, procurando dignificar la labor docente.

El proyecto Rama funcionó durante casi diez años (1995-2005). Llegado el Frente Amplio al gobierno nacional en 2005 se borró de un plumazo casi todo lo bueno de la reforma Rama. El presidente Tabaré Vázquez entregó el gobierno de la Enseñanza a los sectores más radicales de su fuerza política. La historia se volvió a repetir en la administración de José Mujica, al punto que una iniciativa concretada en ese período, la Universidad Tecnológica, votada por todos los partidos en el Parlamento, quedó desdibujada por el conflicto casi permanente de los docentes. Nada cambió en el segundo mandato de Vázquez, los gremios le volvieron a torcer el brazo al gobierno. En esos 15 años, la enseñanza en su conjunto retrocedió y mucho. Las evaluaciones que se han hecho muestran resultados paupérrimos.

Hoy nuevamente el Uruguay tiene el desafío de llevar adelante una transformación educativa, impulsada por la coalición republicana. En ella se juega el futuro de los que menos tienen hoy y de la clase media. Los sectores pudientes de la sociedad tendrán siempre recursos para darle educación de calidad a sus hijos. Defender la transformación educativa es responsabilidad de todos los que creemos en la educación y seguimos pensando que la libertad y el ascenso social solo se logran a través del conocimiento y el esfuerzo personal.

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