Claudio Fantini
Claudio Fantini

El triunfo del centro en Brasil

Por oportunismo, la izquierda populista de la región intenta apropiarse del resultado en Brasil, presentándolo como un triunfo izquierdista. Lo mismo afirma el conservadurismo duro y las derechas exacerbadas del continente. Pero la realidad es que en Brasil ha vencido el centro.

Lula no llegó a esta elección como candidato de la izquierda. Fue el candidato de la mitad de Brasil que expresa, a grandes rasgos, la cultural liberal-demócrata. La otra mitad es el Brasil conservador, hoy liderado por políticos y pastores evangélicos ultraconservadores para los que la mitad liberal-demócrata es el enemigo que quiere destruir la familia, la tradición y la propiedad.

La mitad liberal-demócrata es centrista y tiene como lúcido exponente a Fernando Henrique Cardoso. El expresidente liberal entiende mejor que Lula que Brasil se ha partido en los mismos términos que se está partiendo el mundo y que Bolsonaro expresa en ese país lo que Vladimir Putin se ha lanzado a liderar a escala mundial: el conservadurismo religioso, sexual y cultural, que es nacionalista, enemigo del cosmopolitismo y de las diversidades, y partidario del regreso a las tradiciones como antídoto contra la globalización.

Lula apenas percibe eso que Cardoso entiende en profundidad. El economista que inició un ciclo virtuoso como ministro de Hacienda de Itamar Franco y luego lo consolidó como presidente en dos períodos consecutivos, entendió también que el popular líder del PT era la figura destinada a encabezar la porción liberal demócrata que libraría la batalla contra el conservadurismo duro y religioso que avanza en Brasil y en buena parte del mundo.

A pesar de su medianía, Bolsonaro sacó ultraderechistas del closet, debilitando a la centroderecha. A millones de brasileños que se autopercibían conservadores de centro, el bolsonarismo les activó un instinto ultraconservador, haciéndoles brotar sus fobias más oscuras.

Lula tiene el instinto y la naturaleza de la cultura liberal, cosmopolita, secular y pro-diversidad, pero no lo racionaliza ni puede expresarlo en sus discursos. De haber entendido el rol de su liderazgo en este tiempo de choque intra-cultural, no habría tenido esa política regional irresponsable que lo mostraba en la vereda de la izquierda autoritaria que lideraba Hugo Chávez y en la que se alineaban dictaduras como la cubana y aspirantes a autócratas como Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega, además de Néstor y Cristina Kirchner.

Después de su segundo mandato, Fernando Henrique Cardoso respaldó sutilmente la llegada de Lula a la presidencia, entendiendo que Brasil necesitaba un “Felipe González”, o sea un izquierdista que reemplazara el dogmatismo marxista por el pragmatismo socialdemócrata, para dar garantías al mundo empresario.

A esta altura del proceso democrático, la lucidez de Cardoso vio más allá de las escenificaciones de Lula en la región. También vio más allá de la mediocridad intelectual y de la personalidad desequilibrada de Bolsonaro, el trabajo de aglutinar al conservadurismo disperso y sin liderazgos unificadores.

Vio que detrás del liderazgo esperpéntico de Bolsonaro, había una labor meticulosa uniendo y organizando a la derecha militarista, el conservadurismo religioso y los grupos que expresan fobias sociales, raciales y sexuales. Cardoso, el más prestigioso exponente de la centroderecha, entendió que Lula debía encabezar la crucial pulseada electoral. Por eso se lanzó de lleno a respaldar la campaña del candidato del PT.

La centroderecha brasileña tiene excelentes dirigentes. Todos se alinearon tras la candidatura de Lula porque vieron que es el dirigente más competitivo para liderar el centro e impedir la consolidación de un gobierno que desmantele el sistema liberal-demócrata en un segundo mandato de Bolsonaro.

La misma batalla intra-cultural se libra en urnas europeas y en el avance del trumpismo sobre la centroderecha en Estados Unidos. Una batalla que también se libra con armas y está desangrando a Ucrania.

No hay uniformidad en los bloques. En la vereda del nacionalismo conservador religioso que encabeza el presidente ruso hay liderazgos que se auto-perciben de izquierda y que han producido avances en materia de feminismo y diversidad sexual en cuanto vieron que era un terreno políticamente fértil. Pero los acerca a Putin y a regímenes medievales como el iraní, confundir antiimperialismo con antinorteamericanismo. Y también compartir la cultura autoritaria que desprecia a la democracia liberal.

Muchos marxistas votaron a Lula, igual que muchos moderados votaron a Bolsonaro, pero en esta pulseada el líder del PT representó lo que está en su naturaleza y no en sus poses. Por eso volvió a encabezar una coalición que va desde la centroderecha a la centroizquierda. Y por representar el centro contra un autoritarismo es que lo apoyó la centroderecha y su mayor exponente: Fernando Henrique Cardoso.

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