Claudio Fantini
Claudio Fantini

El triunfalismo forzado de Trump

Tanto había anunciado que el martes 15 daría una noticia importantísima, que no puede dar marcha atrás a pesar de los comicios con resultados tan adversos para él.

La prensa y la política esperaban escucharlo anunciar hoy que peleará por la presidencia en el 2024. En su mansión de Palm Beach, es posible que Donald Trump anuncie también que ordenará a los legisladores republicanos hacer un juicio político que saque a Biden de la Casa Blanca.

Mar-a-Lago sería hoy el escenario donde el magnate neoyorquino se proclamaría artífice del triunfo arrasador sobre los demócratas. Pero el resultado de las elecciones de medio término estuvo lejos de parecerse al que auguraba.

El huracán republicano que anunciaba terminó siendo una ventisca que apenas despeinó al Partido Demócrata. Joe Biden pasó de ser un presidente debilitado por la medianía de su gobierno, a desembarcar en Indonesia y reunirse con Xi Jinping fortalecido por la muralla de votos demócratas que cortó en seco la “ola roja”.

Trump fue el más perjudicado. Los candidatos que él había postulado fueron derrotados por sus contrincantes demócratas. Y la autopista que suponía las urnas le abrirían para volver a la Casa Blanca en un paseo triunfal, termina siendo un camino de cornisa que le dificultará, incluso, el trayecto a la candidatura republicana.

Ocurre que ese resultado que envalentona a los demócratas y genera frustración entre los republicanos, es el mejor posible para Ron DeSantis. La contundente victoria con que obtuvo la reelección como gobernador de Florida, resalta aún más con la debacle de los candidatos trumpistas y el magro resultado que en general obtuvieron los republicanos.

El partido de los conservadores tenía todo para ganar: un gobierno gris, un liderazgo presidencial débil, postales bochornosas como la retirada de Afganistán, la crisis de los inmigrantes sin resolver, una inflación altísima para los parámetros estadounidenses, crecimiento del delito y desplantes como el viaje de Nancy Pelosi a Taiwán desautorizando a Biden. En suma, estos comicios eran una pelota picando en la puerta del arco, pero a Trump le faltó pierna para mandarla al fondo de la red. Eso aumenta el valor del triunfo del gobernador de Florida.

DeSantis debe haber festejado no solo la ventaja de 20 puntos que le sacó al demócrata Charles Christ. También el tropiezo en las urnas que dejó a Trump trastabillando y al Partido Republicano preguntándose qué pasó con la anunciada “ola roja”.

La suma de todos los comicios realizados para elegir gobernadores, senadores y representantes, da un resultado perfecto para Ron DeSantis. Mejor dicho, casi perfecto, porque en Texas el gobernador Greg Abbot también logró una victoria contundente.

Lo que dejó mejor posicionado al gobernador de Florida por sobre su correligionario texano, es el ataque furibundo y negligente que recibió de Trump.

Si el magnate neoyorquino pudiese controlar la furia obtusa que desata su egolatría herida, no habría acusado a DeSantis de “desleal” en el momento en que debía felicitarlo. Cuando los periodistas le preguntaron si en el 2024 competiría en las primarias por la candidatura presidencial, el gobernador de Florida debió decir “no; el candidato será Trump”. Pero no fue eso lo que respondió y Trump estalló mostrando ira y debilidad. También exhibió su costado más miserable al amenazarlo con revelar secretos que destruirían la reputación de DeSantis. Chantaje a cielo abierto.

Habrá que ver si ese método extorsivo funciona con un moralista que posa de santurrón. Lo evidente es que la furia de Trump visibilizó aún más el crecimiento de Ronald Dion DeSantis en el escenario republicano. También está a la vista que la marcha de retorno a la Casa Blanca chocó contra un inesperado muro de votos demócratas.

Aún con el vehículo político destartalado, Trump no puede poner marcha atrás en el mentado anuncio que hará hoy en Mar-a-Lago. No tiene las mayorías que necesita para sacar de la presidencia a Biden con un impeachment, ni está claro que fortalecidos yihadistas del conservadurismo duro, como Abbot y DeSantis, vayan a renunciar a disputarle la candidatura presidencial. Pero aunque en las urnas recibió el sopapo que lo mandó contra las sogas, hoy se acomodará el jopo y levantará los brazos con su habitual gesto triunfalista.

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