Claudio Fantini
Claudio Fantini

Un señalamiento imprudente y oscuro

La única explicación de semejante estropicio es que, atrapado entre el deber de denunciar crímenes atroces y la necesidad de no molestar demasiado a Vladimir Putin y a los rusos, el Papa terminó emitiendo un pronunciamiento absurdo y deplorable.

Presionado por las feligresías católicas de Europa y Latinoamérica, que consideraron inauditas sus primeras declaraciones sobre la invasión a Ucrania y también la falta de una condena clara y contundente al máximo responsable de esta sangrienta guerra, Francisco intentó ser un equilibrista que hace malabares con las palabras, pero el resultado fue pésimo.

El Papa habló de la crueldad de las fuerzas invasoras, pero la atribuyó a las divisiones provenientes de Chechenia y de Buriatia.

Diciendo tener mucha información sobre lo que está ocurriendo en los territorios ucranianos ocupados por fuerzas rusas, Francisco dijo que “generalmente los más crueles quizá son los chechenos, los buriatos etcétera”.

No nombra a Rusia ni nombra a Putin, pero nombra dos pueblos que no son rusos ni eslavos ni cristianos ortodoxos: los chechenos, que provienen del Cáucaso y son etnias turcomanas que profesan el Islam; y los buriatos, un pueblo de origen mongol y religión budista que habita los confines de Siberia.

Tanto Chechenia como Buriatia son repúblicas que integran la Federación Rusia pero están habitadas por etnias no rusas.

Los buriatos habitan las tierras que rodean al lago Baikal, que pertenecieron a Mongolia hasta que entre los siglos XVII y XVIII pasaron al Imperio Ruso.

Son uno de los pocos pueblos del planeta que profesan en budismo tibetano fuera del Tíbet, y como las otras repúblicas de Siberia fueron campo de reclutamiento masivo para la invasión de Ucrania.

Los chechenos se forjaron reputación de duros guerreros, por caso cuando el ejército independentista derrotó al ejército ruso cuando el general Dudayev proclamó la independencia de ese pequeño país caucásico en la década del 90. A la guerra de reconquista que lanzó Putin, los chechenos la perdieron. Y el Kremlin les impuso un régimen títere de Moscú liderado por clanes pro-rusos como el que encabeza Kadyrov, quien reclutó feroces milicianos para enviarlos a pelear contra los ucranianos en el país invadido por Putin.

Que los soldados buriatos y chechenos sean o no los más crueles en las tropas invasoras, es irrelevante. Lo grave es que el Papa haya concentrado en ellos la denuncia de los crueles crímenes que está cometiendo Rusia en Ucrania.

Cuando se produjo la invasión ordenada por Putin sin tener justificaciones válidas, el Papa Francisco cometió el estropicio de justificar la decisión del líder ruso diciendo que “los perros de la OTAN están ladrando en sus fronteras”.

Ahora cometió otro grave desacierto: estigmatizar a dos etnias que habitan territorios de la Federación Rusa. Mencionar a buriatos y chechenos para referirse a los brutales crímenes que está cometiendo el invasor, sólo se explica en el intento de molestar lo menos posible a Putin ni sonar mal en los oídos de la Rusia eslava y cristiana ortodoxa.

Por cierto el gobierno ruso salió a repudiar los dichos del Papa, pero Vladimir Putin y sus voceros saben bien que Francisco intenta equilibrios imposibles para que sus obligados pronunciamientos impacten lo menos posible sobre el presidente de Rusia.

El Kremlin repudió sus últimas declaraciones, aunque percibe el infructuoso y oscuro esfuerzo del pontífice para no dañar la imagen de Putin.

Frente a la tragedia que el líder ruso le impuso a los ucranianos y que está dañando la economía global, el único pronunciamiento posible es el repudio a quien ordenó la criminal invasión. La única forma lógica y responsable de condenar la crueldad que se abate sobre Ucrania, es señalar a Putin y al ejército ruso.

En lugar de hacer eso el jefe de la iglesia señaló a dos etnias minoritarias que han padecido el sometimiento y la segregación de los regímenes rusos. Incluso si fuera cierto y comprobable su señalamiento contra esos pueblos del Cáucaso y Siberia, usarlos de ese modo en el intento de amortiguar la acusación contra Putin, resulta deplorable.

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