Claudio Fantini
Claudio Fantini

El odio como protagonista

En la dirigencia argentina todos dicen lo que habría que hacer, pero no harán porque no es negocio político.

Odio es la palabra que recién ahora está en el centro del debate a pesar de ser la gran protagonista desde hace ya largos años. El síntoma más claro de la contaminación de odio que infectaba la sociedad argentina, es que en las reuniones familiares y de amigos no se puede hablar de política, porque todo termina realmente mal.

Ese silencio que deben hacer amigos y familiares es la prueba inquietante de que la política se ha convertido en algo que enfrenta del peor modo a personas que, en la gran mayoría de los casos, pueden ser igualmente decentes y bien intencionadas respecto al país y a la sociedad.

El silencio sobre política que salva las mesas familiares y las reuniones de amigos, es revelador de la inquietante dimensión adquirida por el aborrecimiento a los que están en la vereda de enfrente.

Pero el odio es un mal sólo perceptible en el otro. Es muy difícil que una persona perciba en si misma esa viscosidad oscura que entra en ebullición ante todo lo que haga y diga el otro. Nadie consume desprecio consciente de que está consumiendo desprecio.

Como en muchas partes del mundo en este tiempo de sociedades fracturadas, demasiados argentinos han adquirido un apetito pantagruélico de alimentarse con todo lo que descalifique y demonice a ese “ellos” que está frente al “nosotros”. A la atención de las parcialidades fanatizadas las consiguen los que digan lo que dijo Sartre en una de sus obras: “enfer c´est les autres”: el infierno son los otros.

Ciertamente, a esa forma de acrecentar las bases y amasar poder la iniciaron Néstor Kirchner y Cristina, desde que describieron las trilladoras y cosechadoras de los piquetes rurales con los “Falcon verdes” con que los chacales lanzados por el régimen criminal de los militares secuestraban personas que torturaban, asesinaban y hacían desaparecer”.

Ese “otro” que criticaba al kirchnerismo no puede ser un demócrata, sino un continuador de los generales genocidas. “Macri, basura, vos sos la dictadura” es la consigna que resumía el arma retórica para demonizar al adversario describiéndolo como “enemigo”, como sugiere Ernesto Laclau reciclando para uso de la izquierda el pensamiento del filósofo del Derecho en el que abrevó el nazismo: Carl Schmitt.

6,7,8 fue un programa emblemático de esa forma sórdida de hacer política. Pero hace ya varios años que también la oposición se infectó de aborrecimiento. Al menos varias figuras prominentes de la oposición hicieron de la radicalización y el desprecio al centrismo su instrumento para conquistar respaldo en las bases exaltadas.

El método de la iracundia, la furia sagrada contra los despreciables, prendió además en los medios de comunicación, apareciendo también en el terreno crítico al kirchnerismo. Es un método eficaz para obtener y mantener audiencias numéricamente significativas. Pero las audiencias fieles al discurso agresivo tienen comportamiento de hinchada. Y las hinchadas son parcialidades. No necesitan entender, sino satisfacer a como fuere los apetitos de su identidad.

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