Claudio Fantini
Claudio Fantini

Gol en contra de Macri en Qatar

Ser un alto funcionario de la FIFA no luce bien en alguien que ha sido presidente de un país. Una historia de corrupciones explica el desprestigio de la entidad, agravada por el “Fifagate” y ahora por el “Qatargate”.

Las dos olas de sobornos que salieron de las arcas qataríes, primero para que FIFA designe sede a Qatar y, tras el escándalo que eso provocó y las revelaciones que hizo la prensa al poner la lupa sobre el lado oscuro del reino, para las suculentas coimas entregadas a funcionarios del Parlamento Europeo para comprar decisiones que mejoren su imagen.

Durante el torneo en Doha, Mauricio Macri tuvo una gran oportunidad de tener un gesto de estadista, pero prefirió actuar como un gris funcionario de la FIFA.

El mundial de fútbol generó una “futbolización mundial”. Una de las señales de la futbolización del mundo tuvo un aspecto esperanzador y otro desolador. Un clamor global exigió al régimen iraní no ejecutar al futbolista Amir Nasr-Azadine, condenado a la horca acusado de “atacar a Dios” por participar en las protestas.

Que un joven sea ejecutado por haber participado en protestas y usado su fama como deportista para hacer escuchar su respaldo a las flageladas mujeres iraníes, es injusto y repudiable. Lo desolador es que fueron igualmente injustas y repudiables las ejecuciones de otros jóvenes, y para ellos no hubo clamor mundial.

Mohsen Shekari y Majidreza Rahnavard fueron ahorcados tras pasar por juicios sumarísimos. Es el mismo caso de las decenas de manifestantes sentenciados a muerte por haber estado en las protestas y haberse enfrentado con las brutales fuerzas de choque Basij. Si bien hubo presiones y sanciones a Irán por las ejecuciones realizadas, no hubo clamor internacional como el que se dio para salvar a Nasr-Azadine. Y la única razón es que los demás condenados a la horca no son futbolistas.

El mundo futbolizado por Qatar reacciona cuando la injusticia criminal se abate sobre un jugador de fútbol. Como si las vidas valieran más si calzan botines y visten casacas con un número en la espalda.

Aún en esa dimensión absurda, resulta alentador que hubiese un clamor por la vida de Nasr-Azadine. Un clamor que faltó en el escenario mayor: Qatar.

Las selecciones que aún estaban en competencia cuando se dictó la condena, debieron haber acordado entre ellas que todos los jugadores, al entrar al campo de juego, hicieran un gesto en reclamo por el colega iraní. Vale preguntar si no pudieron, como los deportistas norteamericanos que se hincaban en señal de apoyo al Black Lives Matter, acordar un gesto que llegaría al mundo entero por que estaban en el punto donde convergía la mirada global.

En su primer partido, los jugadores alemanes hicieron una señal de repudio a la FIFA por aceptar la presión del emirato para que se prohíba jugar con el brazalete arcoíris en apoyo a la perseguida comunidad homosexual. También los jugadores iraníes tuvieron un gesto contra la represión en su país. Pero cuando condenaron al futbolista, ya no estaban en Qatar y las selecciones que quedaron se concentraron sólo en jugar.

Es cierto que la FIFA tiene reglas que impiden gestos políticos, pero ¿cuántas reglas han violado los corruptos dirigentes de la entidad que aceptó sobornos para darle la sede al emirato?

Una condena a muerte por haber “atacado a Dios” amerita violar reglas de la FIFA. En un caso en el que la transgresión vale más que el cumplimiento de una regla, lo que se imponía era transgredir para salvar a un colega de la horca.

Además de admirarlos como jugadores excepcionales, habría sido admirable que hicieran algo por el futbolista iraní.

También habría sido útil que Macri sumara su voz, como ex presidente y como dirigente de fútbol, al reclamo internacional contra la ejecución del jugador. Hasta políticamente le habría convenido violar esa regla, justificándose en su carácter de ex jefe de Estado. Pero en lugar de eso, cuando se le cruzó un micrófono hizo un elogio negligente y oscuro a Qatar.
No tiene sentido resaltar el modelo económico de un país donde la riqueza brota del suelo a borbotones. Y elogiar que se prohíba la actividad gremial, más que controversial, es horrible.

Cuando Macri elogió a Qatar, en lugar de reclamar por el futbolista condenado a la horca, sacudía a Europa el descubrimiento de la segunda ola de sobornos para frenar denuncias contra la legalidad de la tortura, la persecución de los homosexuales y las pésimas condiciones laborales que mataron a miles de obreros llegados de países orientales.

Con la historia de opacidades que tiene la FIFA, no luce bien en un ex presidente ser funcionario de esa organización. En cambio, transgredir una de sus normas para defender a un futbolista condenado injustamente, habría lucido muy bien en el currículum del político y del dirigente de fútbol.

La pelota estaba picando en la puerta del arco, pero Macri se hizo un gol en contra.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados