Claudio Fantini
Claudio Fantini

El encuentro del desencuentro

Hablar de “pueblos excluidos” de la Cumbre de las Américas, evidencia una falacia oscura.

El presidente de México cuestiona en esos términos el encuentro y lo imitan Alberto Fernández, Luis Arce y otros mandatarios de la región, repitiendo que en una verdadera Cumbre de las Américas no puede haber “pueblos excluidos”.

La falacia oscura de esa posición radica en que los regímenes que no han sido invitados son aquellos que impiden el Estado de Derecho y la democracia en los países que controlan. Ergo, no son “pueblos” los excluidos, sino regímenes autoritarios que reprimen y excluyen del poder a esos pueblos.

Ahora bien, la hipocresía de Andrés Manuel López Obrador y de quienes adhieren a cuestionar que se excluya a “pueblos” y “países”, no implica que sea acertado impedir que participen en la Cumbre los regímenes autoritarios. ¿Qué efectividad puede tener el abordaje de un problema gravísimo como las masivas olas migratorias, si no están en la mesa los regímenes que más provocan esos desplazamientos?

Para acordar acciones conjuntas en cuestiones urgentes, como el cambio climático y el covid19, es necesario que estén presentes quienes imperan sobre estados y territorios. Y las dictaduras de Ortega, Maduro y Díaz Canel imperan sobre Nicaragua, Venezuela y Cuba.

Si se pretende un mecanismo eficaz para luchar a nivel continental contra las pandemias y el cambio climático, la búsqueda de esos mecanismos debe hacerse con quienes tienen a su cargo, legítimamente o no, los estados y los territorios.

Incluir a esos regímenes en encuentros que deben dejar de ser simbólicos para convertirse en instrumentos eficaces ¿implica reconocerlos como gobiernos legítimos? No. ¿Implica ser cómplices de sus crímenes? Tampoco.
Cómplices son los gobernantes que no denuncian esos crímenes; los que no piden la liberación de los presos políticos ni el cese de las persecuciones a la disidencia. Ergo, tanto AMLO como sus coreutas de Argentina y Bolivia, practican un silencio cómplice contra esos “pueblos” a los que consideran representados por dictadores.

La protesta de AMLO contra el encuentro organizado por Biden sería irreprochable si reclamara la participación de los “regímenes autoritarios” o “las dictaduras” que imperan en Cuba, Venezuela y Nicaragua. En lugar de eso, habla de “pueblos y países” como si Ortega, Maduro y Díaz Canel representaran legítimamente a las sociedades a las que imponen su dictat.
Pero la falacia del presidente mexicano y los mandatarios que se alinearon con él, no implica que sea acertado dejar regímenes afuera de este tipo de cumbres. Sencillamente, excluir dictaduras les resta efectividad para enfrentar los desafíos de este tiempo.

Desde que fue iniciada por Bill Clinton en 1994, la Cumbre de las Américas dio al presidente anfitrión la potestad de elegir a sus invitados, mientras que, desde la cumbre en Quebec en el 2001, se estableció como requisito el respeto a la institucionalidad democrática. Pero eso implica un límite a la participación que la inutiliza como mecanismo para abordar de manera útil ciertas temáticas, que son urgentes y carecen de ámbitos propicios para ser tratadas.

La Cumbre del 2015 en Panamá incluyó a Raúl Castro. El encuentro del dictador cubano con Barak Obama no implicó que el entonces jefe de la Casa Blanca calificara de democrático al régimen de la isla. Obama no legitimó a la dictadura, sino que aceptó la realidad de tener que tratar con ella si se quiere efectividad en el abordaje de agendas continentales.

Lo que debiera hacer Washington si de verdad quiere fortalecer la democracia en Latinoamérica, es generar otro espacio de asociación que nuclee exclusivamente a democracias plenas, para ayudarlas a desarrollar sus economías mediante mecanismos de cooperación. En esa alianza democrática para el desarrollo, la democracia pluralista, la división de poderes y el respeto a los Derechos Humanos deben ser el carnet de pertenencia. Y esa pertenencia debe constituir una verdadera oportunidad para alcanzar el desarrollo económico.

O por el contrario, consolidar la Cumbre de las América como foro exclusivo para democracias, pero crear otro espacio que incluya a las dictaduras también para tratar los temas que requieren de todos los poderes imperantes.

Si las democracias crearan un bloque de colaboración para el desarrollo, las dictaduras deberían dejar de serlo para integrarse, o deberían crear su propio club de regímenes autoritarios y ver si ese tipo de sistemas facilitan o, por el contrario, obstruyen el desarrollo económico y social.

Pero a la hora de generar instrumentos para enfrentar flagelos globales, como el cambio climático y la era de pandemias que ha comenzado, en la mesa deben estar todos los poderes imperantes y no sólo los democráticos.

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