Claudio Fantini
Claudio Fantini

Los dilemas que perturban a la OTAN

Biden mostró demasiado rápido su deseo de evitar un choque directo con Rusia.

Por cierto, hay lugar para la duda y la sospecha, pero mostrar eso de manera inmediata puede ser leído en el Kremlin como señal de debilidad, una muestra de falta de disposición para hacer cumplir el artículo 5 del Tratado Atlántico Norte, por el cual la OTAN debe entrar en confrontación militar directa con la potencia externa que ataque a un miembro de la alianza.

Resulta entendible que se busque evitar que un hecho de este tipo detone un choque directo entre superpotencias. Pero mostrar esa predisposición desde el primer instante, como hizo el jefe de la Casa Blanca, no parece lo más aconsejable en términos tácticos y estratégicos.

Las dos hipótesis de mayor gravedad que plantea lo ocurrido, colocan al liderazgo de la alianza atlántica ante disyuntivas trágicas. Una hipótesis lógica plantea que el misil es ruso y fue disparado por Rusia, o bien para sondear la predisposición de los aliados occidentales a entrar de lleno en la guerra, o bien por error: que uno de los tantos misiles lanzados sobre las ciudades del extremo Oeste de Ucrania se haya desviado de su curso.

La otra hipótesis de oscura gravedad es que haya sido un ardid ucraniano para provocar lo que pretende desde el inicio de la guerra: que la OTAN entre en confrontación militar directa con Rusia.

Que el misil haya sido ruso y disparado por los rusos impone a los líderes de las potencias occidentales un dilema atroz: priorizar la constitución de la OTAN, cuyo artículo 5 la obliga a atacar a cualquier potencia que haya agredido a cualquiera de los países miembros, o priorizar la Doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada, por la cual queda claro que cualquier choque entre potencias nucleares implica una inexorable escalada hacia una conflagración atómica en la que todos se destruyen.

También es atroz el dilema que enfrenta la OTAN si al misil lo lanzaron los propios ucranianos, para generar un casus belli que obligue a la alianza atlántica a entrar en confrontación directa con Rusia.

Desde el inicio de la invasión, Zelenski procuró involucrar a la OTAN en el conflicto. Un esfuerzo entendible, debido a la asimetría entre el poderío militar ruso y el de su país. La OTAN siempre rechazó el pedido de Ucrania, argumentando que el quinto artículo del Tratado del Atlántico Norte sólo se aplica para los países miembros.

En rigor, esa es la coartada para evitar un choque directo con Rusia. Bosnia Herzegovina no era miembro de la OTAN, sin embargo la alianza atacó a las milicias que lideraban Karadzic y el general Mladic para frenar la limpieza étnica que realizaban contra los musulmanes bosnios. Tampoco Kosovo era miembro de la OTAN cuando la alianza bombardeó Belgrado hasta tumbar el régimen de Milosevic para detener la deportación en masa de albaneses kosovares.

Ambas intervenciones ocurrieron en la década del ’90. ¿Por qué entonces no importó el artículo 5 que ahora importa tanto? Porque Serbia no tenía arsenales nucleares y no había riesgo de que el conflicto de los Balcanes derivara en una guerra nuclear. En cambio Rusia tiene ojivas atómicas suficientes para devastar a Europa y alcanzar ciudades norteamericanas. Por eso se prioriza la Doctrina de la Destrucción Mutua Asegurada.

Pero hay otra hipótesis tan grave y oscura, que no es mencionada en la cúpula de la OTAN. La hipótesis que se investigará en silencio es que en Ucrania se fabricó un misil copiado de los misiles rusos, para lanzarlo a un país miembro de la OTAN generando la situación que justifique la guerra directa con Rusia.

Tiene lógica. Y es posible que esa hipótesis tuviera desde un primer momento tanto peso en las lucubraciones de Biden como la del ataque ruso, intencional o accidental.

Si la necesidad de represaliar a Rusia genera la atroz posibilidad de una conflagración nuclear, la hipótesis de que el misil sobre Polonia haya sido lanzado por las fuerzas ucranianas para provocar un choque OTAN-Rusia, plantea otro dilema atroz: qué hacer con Zelenski y cómo sancionar a Ucrania por haber actuado de ese modo.

Si Ucrania lanzó el misil, corresponde que la OTAN responda atacando a Ucrania, lo cual resultaría absurdo.

Lo mejor para Washington y Bruselas es que el misil sea ruso y lanzado por rusos, pero sin intención de que llegue a territorio polaco. De ese modo, se trataría de “un accidente” que no justifica la represalia militar directa.

También es posible que la investigación sea guiada hacia otra conclusión sin consecuencias contraproducentes: el misil pertenece a las defensas antiaéreas de Ucrania y fue lanzado contra misiles rusos, pero accidentalmente se desvió hacia Polonia.

Sería una conclusión forzada y poco creíble, pero evitaría tomar represalias contra el país al que los miembros de la OTAN ya han entregado miles de millones en ayuda militar y asistencia económica para que no sea derrotado por Rusia.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados