Claudio Fantini
Claudio Fantini

Colombia y lo que vendrá con Petro

Aunque Jaime Bateman tenía formación marxista y militancia con Jacobo Arenas y Manuel Marulanda (Tirofijo), la guerrilla que formó en 1970 se diferenciaba de las otras insurgencias existentes (las FARC, el EPL y el ELN).

En que no proponía un sistema colectivista de planificación centralizada ni la eliminación la propiedad privada ni el régimen de partido único.

En realidad, el Movimiento 19 de Abril (M-19) había surgido como reacción indignada al presunto fraude que le dio en 1970 la victoria al candidato del establishment, Misael Pastrana Borrero, por sobre Gustavo Rojas Pinilla, el general que había derrocado al gobierno utraconservador de Laureano Gómez y encabezado una dictadura de perfil desarrollista entre 1953 y 1957.

Además de golpes que le dieron visibilidad mundial y popularidad en Colombia, como el robo de la espada de Bolívar, el M-19 había protagonizado páginas trágicas, como la toma del Palacio de Justicia en 1985. Pero desde un principio evidenció que su plan pasaba por negociaciones de paz que garantice una democracia en la que los candidatos de la centroizquierda y del desarrollismo opuesto a los hacendados latifundistas, no sean asesinados como Jorge Eliéser Gaitán en 1948, ni víctimas del fraude como Rojas Pinilla.

Por eso el M-19 negoció con el gobierno de Belisario Betancourt el Acuerdo de Corinto, por el cual dejó las armas en 1990. La popularidad que tenía en la sociedad colombiana le permitió a la flamante Alianza Democrática M-19 obtener un gran resultado en la elección para la Asamblea Constituyente. Y uno de sus antiguos comandantes, Antonio Navarro Wolff, presidió la redacción de la carta magna vigente desde 1991. Navarro Wolff fue, además, legislador, gobernador del estado de Nariño y ministro de Salud del gobierno centrista de César Gaviria.

Por esos antecedentes, otro ex miembro de la guerrilla, el economista Gustavo Petro, pudo ser alcalde Bogotá y luego senador, destacándose en ambos roles.

Desde que empezó a sobresalir como dirigente comunitario siendo muy joven, Petro ha dado muestras de una notable inteligencia. Probablemente, ese rasgo le hace entender que su victoria electoral no se produjo porque el electorado girara hacia la izquierda, sino por un giro en dirección contraria a los oficialismos.

En toda la región, lo que parece un giro hacia la izquierda es en realidad un giro hacia la oposición porque todos los gobiernos, de izquierda o derecha, sufren un gran desgaste por no poder cumplir con las expectativas existentes en las sociedades.

En los tiempos que corren, la tendencia favorece a quien representa una alternativa. En el espectro del voto de la derecha y la centroderecha colombianas, la alternativa era Rodolfo Hernández. Eso explica que, aunque con un discurso confuso y nebuloso, fue el ex alcalde de Bucaramanga quien pasó al ballotage, desplazando al candidato del uribismo y a los demás representantes de la partidocracia tradicional.
Pero en la segunda ronda, el candidato que verdaderamente representaba el cambio, la vuelta de página, la alternativa, era Gustavo Petro. Por eso ganó.

Aunque no militaba en el uribismo ni en la centroderecha y el centro que forman parte del establishment político dominante, Rodolfo Hernández era un exponente del conservadurismo que siempre ha gravitado sobre el poder. Por eso, en el ballotage, la tendencia dominante en el voto terminaría favoreciendo al candidato de izquierda.

Lo que parece más probable es que Petro procure, como prometió, “desarrollar un capitalismo” que se apoye en la producción rural y procure industrializar la economía, para reemplazar el modelo extractivista basado en los hidrocarburos.

De todos modos, nada puede descartarse, porque Colombia ha ingresado a una dimensión desconocida y porque al nuevo gobierno no sólo lo definirá la voluntad de Petro, sino el tipo de oposición que encuentre.

Los sectores más recalcitrantes de la Colombia latifundista engendraron un ultra-conservadurismo que asesinó a los líderes izquierdistas con posibilidades de ganar elecciones. Además del magnicidio de Gaitán, sicarios pagados por los núcleos oscuros del poder asesinaron a otros candidatos que tenían respaldo popular, como Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo, candidatos de Unión Patriótica en 1987 y 1990. En la antesala de la elección con que comenzó la última década del siglo 20 también fue asesinado Carlos Pizarro Leongómez, ex comandante guerrillero y candidato por la Alianza Democrática M-19.

El futuro de Colombia puede ser venturoso si Gustavo Petro cumple con su promesa de gobierno pragmático y dialoguista, que no construye poder hegemónico ni demoniza a los adversarios tratándolos como enemigos. Y también si los sectores más recalcitrantes de la sociedad renuncian a la violencia que siempre han ejercido.

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