Claudio Fantini
Claudio Fantini

Brasil: la paradoja de la primera vuelta

El resultado los obliga a buscar el centro. Con excepciones como Simone Tebet, Lula ya tenía el apoyo de la dirigencia centrista y centroderechista.

Pero esas dirigencias no lograron que buena parte de sus bases votaran al candidato que les señalaban como la opción más moderada y menos peligrosa para la institucionalidad democrática. Por eso el candidato del PT tendrá que mostrar no sólo una coalición que incluya a la centroderecha y que gobierne con pragmatismo en lugar de gobernar con ideologismos de izquierda, también tendrá que reflejar esa moderación en sus discursos y pronunciamientos, además de ampliar la coalición incluyendo al menos algunos partidos de los conservadores evangélicos.

Eso ya lo hizo en los dos gobiernos que encabezó y cuyo vicepresidente fue el empresario millonario y conservador-religioso José Alencar. También se alió con la centroderecha ahora, llevando como compañero de fórmula al ex gobernador de San Pablo Geraldo Alckmin. Pero la sorpresiva cantidad de votos que obtuvo Jair Bolsonaro obliga a Lula a ampliar la coalición, sumando más fuerzas conservadoras y dirigentes liberales.

Posiblemente, lo obligue también a desistir de esa doble cara con la que jugó cuando estaba en la presidencia: hacia adentro era pragmático y apoyaba a los empresarios, mientras en el escenario regional posaba de izquierdista y practicaba un amiguismo irresponsable con líderes populistas radicalizados.

Lo que impone el ballotage a Bolsonaro empezó a verse la noche misma de la elección. Cuando el escrutinio estaba casi concluido, el presidente salió ante la prensa y habló con una serenidad y un cuidado de las palabras y los tonos que no se le conocía. Para lograr los votos que necesita para ser reelecto, debe convencer a un sector del electorado que es conservador y liberal en lo económico, pero que lo considera un desequilibrado con niveles de intolerancia que generan violencia verbal y gestual.

Más que Lula, el PT genera mucho rechazo en la franja de votantes que será la cantera que coronará al próximo presidente. Sin embargo, esa franja rechaza también la exacerbación y el autoritarismo que irradia el actual jefe de Estado.

Bolsonaro tendrá que posar de persona equilibrada y respetuosa de los adversarios y también de las instituciones y las reglas de la democracia, mientras que a Lula ya no le alcanza con ser pragmático y moderado, sino que ahora también tiene que parecerlo.

Los dos tienen que dar pasos hacia el centro. Pero el que más obligado está a desideologizar no sólo las formas sino también sus contenidos, es Bolsonaro.

En definitiva, debe darse cuenta que si alcanzó el 43 por ciento no fue sólo porque la inseguridad hace que hasta en la clase baja (o sobre todo en los sectores más vulnerables de la sociedad) haya niveles de miedo y estrés que hacen cotizar alto las políticas de mano dura. También fueron las medidas económicas aplicadas por Paulo Guedes que están a contramano de la ortodoxia económica que predica el ministro de Hacienda.

Los subsidios a gran escala que se otorgaron durante y después de la pandemia, medidas proteccionistas para ciertos rubros industriales y empresariales, más reducciones impositivas cuestionadas por economistas liberales como insostenibles y de efectos contraproducentes, pero que redujeron precios en productos de consumo cotidiano, explican buena parte del sorpresivo resultado que, aunque desde el segundo puesto, inyecta una dosis de competitividad a Bolsonaro.

Paulo Guedes, que creció dentro de la Escuela de Chicago y también adhirió a la Escuela Austriaca, aportó muchos votos pero, paradójicamente, con medidas más cercanas a la heterodoxia.

La paradoja de la primera vuelta es que mostró una polarización total en la sociedad, pero el resultado obliga a dar pasos hacia el centro a los dos candidatos que afrontarán el ballotage.

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