Claudio Fantini
Claudio Fantini

Boric y el blooper constitucional

Los momentos triunfales y los momentos traumáticos muestran la naturaleza de un líder. En una instancia victoriosa, Cristina Kirchner clamó “vamos por todo”.

Al perder un referéndum, Hugo Chávez insultó a los que votaron contra su propuesta y repitió la votación poniendo todo el peso de su aparato clientelar a revertir el resultado. Otros exponentes del populismo de izquierda reaccionan ante la derrota negándola o adjudicándola al accionar artero de los medios de comunicación.

En las antípodas, Gabriel Boric tuvo un discurso conciliador en la victoria y ahora, en la derrota, reaccionó mostrando lucidez y naturaleza democrática: no acusó a la prensa de haber inducido la votación engañando con falsa información a la gente, sino que reconoció el rechazo mayoritario al proyecto de constitución, lo calificó de contundente, desde una revisión autocrítica convocó a todos los partidos políticos para reencauzar el proceso constitucional y, a renglón seguido, modificó su gabinete con incorporaciones que muestran un marcado giro hacia el centro.

El joven presidente chileno no actúa desde el sectarismo que evidencian otros líderes de izquierda en la región. Habiendo sufrido un duro traspié en las urnas, reaccionó con humildad y amplitud mental, mientras su colega colombiano Gustavo Petro se “twiteaba encima” diciendo que en el plebiscito constitucional chileno “revivió Pinochet”.

Desde que se publicó el proyecto de ley fundamental elaborado por la Asamblea Constituyente, Boric asumió el compromiso de impulsar modificaciones. Ergo, desde un primer momento percibió excesos en el texto constitucional.

El carácter excesivo de la carta magna estaba a la vista desde su propia dimensión. Con 388 artículos en 170 páginas habría sido la Constitución más voluminosa del mundo, o una de las más voluminosas. Pero también se excedía en derechos fundamentales, incluyendo novedades que resultaban extravagantes.

Algunas de esas novedades son positivas y modélicas para otras sociedades. Por ejemplo, el reconocimiento de la neurodiversidad. Por extraño que suene, señala una diversidad que, de ser tenida en cuenta, podría mejorar la vida de muchas personas. La Universidad de Stanford, en sus estudios sobre el tema, concluyó que entre el diez y el trece por ciento de la población mundial es neurodivergente. Por lo tanto, es positivo y necesario garantizar “a las personas neurodivergentes su derecho a una vida autónoma y a desarrollar libremente su personalidad e identidad”.

Dar ese paso sería avanzar hacia una sociedad más incluyente y comprensiva para quienes posean rasgos como dislexia, dispraxia, asperger, autismo, depresiones endógenas o Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad. Por lo tanto, es de esperar que al retomar la iniciativa ordenada por el referéndum del año 2020 que aprobó reemplazar la Constitución pinochetista de 1980, no se renuncie a esa iniciativa, entre otras que servirían para que Chile pueda corregir problemas como la desigualdad y el acceso restrictivo a la salud y la educación terciaria.

La cuestión ahora es retomar el camino hacia una nueva constitución, corrigiendo lo que falló en el intento que terminó en un blooper constitucional.

La elección de constituyentes, por haber sido con voto voluntario y en pandemia, estableció una asamblea con sectores sobre-representados y sectores sub-representados. La izquierda, los independientes anti-sistema y los grupos afines al indigenismo radical quedaron sobre-representados, mientras que centro, centroderecha y derecha quedaron sub-representados.

Por temor al contagio, el grueso de las personas mayores no acudieron a las urnas del 2020, pero en el plebiscito, con la pandemia bajo control, la estadística se revirtió en las urnas de manera abrumadora.

Lo que más influyó para el triunfo del “rechazo” fue la consagración de un estado plurinacional con autonomías que pondrían en duda la existencia misma de Chile.

Es un avance el reconocimiento de pueblos originarios y sus culturas ancestrales. Pero el nivel autonomía establecido en el proyecto de constitución, superponiendo sistemas legales originarios al sistema legal vigente, podría debilitar hasta la noción misma de Estado chileno. Al menos así lo percibió un sector importante de la población.

Excesos como ese, que Gabriel Boric se había comprometido a corregir, son consecuencia de las sobre-representaciones que deslegitimaron, o al menos desequilibraron gravemente, la composición de la asamblea constituyente.

Sectores conservadores con fobias ideológicas y desprecio por las iniciativas que buscan generar equidad social, festejaron el resultado y lo consideraron el fracaso prematuro del presidente.

No hay dudas de que Boric recibió un sopapo tremendo, pero su primer e inmediata reacción parece una señal de que no ha quedado grogui.

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