Anibal Durán
Anibal Durán

La claque

Se produce por contagio, por un ímpetu inexplicable que sale al ruedo cuando el orador engola la voz, enfatiza un concepto en la búsqueda del seguro aplauso.

Había que ver el otro día en el estadio de Estudiantes de la Plata, a la señora Cristina dando a entender con un caradurismo que no asombra, que ella y sus huestes NO pertenecen al gobierno y que tiene toda la intención de “volver”. Ya está señora en el gobierno y en diciembre seguramente haya sentencia expidiéndose sobre sus posible múltiples fechorías.

Y había que ver en los paneos televisivos como aplaudía la gente, la mentada claque, me animo a decir sin tener un porcentaje ínfimo de conciencia de lo que estaban escuchando. Claro, dicha claque tiene una contraprestación.

Quien trabajó ese día? Habría funcionarios públicos. En fin. Como también la claque aplaudió cuando la señora descendió del helicóptero oficial para asistir a dicho evento partidario. Pero todo se lo pasan por “las tumbas etruscas”. Aquí la ética, las buenas costumbres, son resabios de una política argentina que ya no existe y vaya a saber que deparará el futuro.

Y esa claque irrumpió en el Capitolio en Washington en enero pasado, causando lesionados, violando la Constitución americana, seguramente fomentados por el populista Trump que ya dijo que saldrá a la palestra nuevamente y ni siquiera tuvo la dignidad de reconocer el triunfo de Biden en su momento.

Sabían lo qué hacían? No razonan, siguen a un líder por no tener la capacidad de pensar por si mismos o por desidia prefieren actuar como autómatas, sin dar crédito a las consecuencias.

Con tanto populismo, del signo que sea, el presente se transforma en un tiempo de omnipotencia, de arrogancia, de insensibilidad e indiferencia que se manifiestan en las ambiciones desbordadas de propuestas económicas en las cuales las personas no cuentan, en construcciones políticas ajenas al bien común, en búsquedas individuales egoístas, en consumismo hasta obsceno.

¿Cómo puede llamarse de izquierda el actual gobierno argentino, con un 40% de pobres, con sindicalistas millonarios que patotean a diestra y siniestra y que también apoyan a la señora? Precisamente la claque son los planeros, gente a quienes les dan un dinero para que vivan con lo elemental y tienen que hacer presencia en los actos de masa, vitoreando causas que no tienen la menor idea de lo que significan.

Estamos en una verdadera decadencia moral y todo se naturaliza tremendamente.

Como la decadencia moral que se vive en Qatar, inédita sede del Mundial, donde el sexo femenino parece ni considerarse y la homosexualidad es sinónimo de ser un paria.

Pero también la claque aplaude, manda el dinero, vaya a saber los “bolsillos” que incrementaron sus fortunas por acceder a que Qatar sea sede e impávidamente toleramos todo.

En materia de valores no es tiempo de especulaciones, de sofismas, de pereza ni de cobardía. Es tiempo, en cambio de recordar el origen de los valores. Hay que honrarlos y vivirlos. Nacieron respondiendo a necesidades humanas: la necesidad de vivir, de hacerlo con dignidad, cooperando, en un ámbito que permita a cada quien poder explorar el sentido de su vida y vislumbrarlo. Como nunca los valores necesitan ser una certeza, no una hipótesis.

De esto se trata la moral, esta es la función de los valores. Todo valor cobra entidad solo si existe “el otro”. Se es honesto, sincero, confiable, justo, humilde, empático, respetuoso, agradecido, receptivo, compasivo con el otro. Eliminado el congénere todas esas palabras se disuelven en el vacío.

Y ese “otro” que forma parte de la claque es absolutamente desdeñado en infinidad de situaciones. No hay una real preocupación por la precaria situación de la gente, la finalidad de mucho gobernante insensible es la “enfermedad del poder” y para ello se aprovechan de tanta ignorancia o desidia como fue dicho, con la ulterior ambición de atornillarse en el gobierno.

Tanto gobierno inescrupuloso, carece de moral y se aprovecha de la gente.

La moral es un hilo que teje nuestras acciones y que nos liga al mundo y a la sociedad en que vivimos. Pero el hilo se corta y la vida colectiva se torna en una guerra cotidiana, no existen los campos de cooperación y sí la confrontación y egoísmo, se apoderan de la sociedad.

Esa claque está al socaire de gente sin moral y entonces jamás tendrá un destino digno su futuro. Hay que dar herramientas para educar, para mejorar la salud, para vivir con decoro. Pero no sucede porque no hay interés en que ello suceda. No le conviene a varios autócratas de la región y fuera de la misma, que la gente piense por si misma, porque son usados para sus fines y compran su adhesión con miserables aportes que buscan una burda e hipócrita ilusión.

Hay políticos que mancillan la digna profesión. Oportunistas que buscan con algún cargo, sacar rédito en forma espuria.

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