Álvaro Ahunchain
Álvaro Ahunchain

Quinientas voces de libertad

Esta tarde, en el Teatro del Notariado se presentarán los tres espectáculos finalistas del Festival de Clubes de Arte.

Una iniciativa conjunta del Plan Educativo-Cultural de ANEP, el Programa de Educación Artística y el Instituto Nacional de Artes Escénicas del MEC. Sobre ese escenario que hace 38 años recibió a la legendaria China Zorrilla al regreso de su exilio, jóvenes de distintos departamentos del país presentarán propuestas artísticas creadas por ellos mismos, que combinan teatro, danza, música y artes visuales.

Un jurado integrado por destacadas personalidades de estas disciplinas los seleccionó entre los 20 Clubes de Arte que se presentaron en dos fines de semana consecutivos: el primero fue en el Teatro Español de Durazno, a fines de octubre, y el segundo en la Sala Experimental de Malvín, a principios de este mes. La movida incluyó a medio millar de chiquilines que están cursando el segundo ciclo en liceos, UTU y Cecap de Salto, Río Negro, Tacuarembó, Rivera, Durazno, Cerro Largo, Florida, Maldonado, Colonia, Canelones y Montevideo. A principios de este año, se realizó un llamado a centros educativos públicos de todo el país, para que cada uno postulara a un docente de su equipo como orientador de un Club de Arte.

Los orientadores seleccionados (que no tenían porqué provenir únicamente de asignaturas artísticas) convocaron a todos los estudiantes de ciclo superior de su institución para que se integraran voluntariamente a la experiencia. Se formaron grupos de hasta 40 participantes, que funcionaron en extra horario y tuvieron un plazo de cuatro meses para desarrollar un espectáculo con tema absolutamente libre.

Los resultados de la experiencia fueron diversos y fermentales: desde un divertidísimo sketch humorístico creado por la Escuela Técnica de Tacuarembó hasta un intenso drama experimental, utilizando proyecciones y sombras chinas, con que sorprendió el Cecap de Florida. Hubo espectáculos musicales, grandes coreografías, músicos en vivo, audiovisuales… El Liceo Rural de Achar (Tacuarembó) mostró la problemática de la adicción a las pantallas de celular y los videojuegos, en oposición al disfrute de la amistad al aire libre. La Escuela Técnica de Colón (Montevideo) sorprendió con tres cuadros vivientes, representados por los estudiantes sobre fondos pintados: La fiebre amarilla de Blanes, Los amantes de Magritte y El grito de Munch. También realizaron un títere gigante representando al coronavirus. En muchas de las creaciones hubo referencias al aislamiento, dolor y pérdidas de la pandemia, pero también se dio lugar a otras preocupaciones de los muchachos, como la relación entre padres e hijos, la discriminación por orientación sexual, la equidad de género y la protección ambiental. No faltó alguna propuesta que testimoniara la angustia adolescente, ese inquietante estado de espíritu que nos convierte en uno de los países con mayor índice de suicidios en esa etapa de la vida. Lo interesante fue ver cómo los chiquilines encararon ese tema espinoso y mostraron un camino de superación del dolor a través de la reivindicación de la amistad y la creación artística.

Es a esto a lo que quiero llegar con la presente reseña.

Con los queridos amigos Horacio Bernardo (ANEP) y Luis Lereté (MEC) iniciamos este ambicioso proyecto conscientes del impacto favorable que la educación artística ejerce sobre la sociedad. Vivimos en un mundo consumista y competitivo, donde los valores se degradan en función de objetivos exitistas. El arte está en las antípodas de ese utilitarismo tan a la moda. Mientras en diversos museos europeos, unos chicos financiados por grandes corporaciones arrojan desperdicios sobre cuadros de Van Gogh y Monet, liceales uruguayos homenajean a los grandes pintores, reafirman valores humanistas de libertad y solidaridad, y no lo hacen desde un enfoque simplista o políticamente correcto, sino problematizando sus vivencias y buscando juntos caminos de superación.

De eso se trata: de una educación artística que promueva interrogantes en lugar de falsas certezas. Que reconozca y aliente los talentos individuales en lugar de adocenarlos. Que incluso estimule su rebeldía, entendida como la natural y necesaria reacción de los muchachos a las inequidades, y no como una patética subida al carro de ideologías chatarra.

Esta tarde en la sala del Notariado, el jurado del Festival otorgará premios a los trabajos más destacados, pero eso será secundario. Lo importante es que 500 chiquilines de los más diversos puntos del país se juntaron en grupos para crear, cantar, actuar y bailar en libertad. Para confrontar ideas y compartir sueños.

El Liceo de Sarandí del Yi (Durazno) desarrolló una coreografía en la que distintas parejas transitaban por los más variados géneros musicales: tango, bolero, cumbia, rocanrol, candombe… El mensaje era cristalino: el arte nos incluye en la diversidad y debemos aprender de ello, en una sociedad que, al influjo de nefastos algoritmos digitales, se agrieta y polariza.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados