Álvaro Ahunchain
Álvaro Ahunchain

Impuesto hedonista

Cuando me pregunto por qué me siento tan en las antípodas del Frente Amplio, teniendo tantos y tan buenos amigos de izquierda, aparecen revelaciones como la que tuve antenoche, mirando el programa Todas las voces de canal 4.

Se debatía sobre política tributaria. Agustín Iturralde hizo notar, con toda razón, el alto costo que el Estado aplica al trabajo, con aportes laborales que hacen que el empleador pague exageradamente más de lo que recibe el empleado. Y de ahí se pasó por vía expresa al inefable IRPF, ese aporte frenteamplista que, en aras de la equidad social, castiga a quien procura el progreso personal.

Según un economista de izquierda que integraba el panel, la promesa del gobierno de aflojar la cincha en las franjas inferiores del IRPF da una señal equivocada. Parte de la idea de que el impuesto al ingreso es más justo que el IVA, porque lo pagan quienes perciben más dinero. Siempre me hizo gracia eso de “que pague más el que gana más”. Pero eso fue así toda la vida: manteniendo un mismo porcentaje de imposición, el que ganaba 100 ya pagaba el doble del que ganaba 50. Lo que incorporó la reforma del FA fueron las franjas crecientes, para que el que ganara más, pagara aún más de lo más que ya pagaba…

Del mismo modo que tradicionalmente se han incrementado impuestos sobre determinados productos nocivos para desestimular su consumo (menos marihuana), la política económica astorista optó por las franjas progresivas de IRPF para desincentivar que la gente se esforzara más con el fin de mejorar sus ingresos.

¿Exagero?

Para nada. Conozco varios casos de ejecutivos exitosos de empresas que, convocados para dar clases donde compartir sus conocimientos y experiencia, hicieron cuentas y comprobaron que la acumulación de salarios por esa nueva tarea los haría subir de franja, con lo que el IRPF se llevaría buena parte de ese esfuerzo.

La penalización por sumar ingresos parece pensada por funcionarios colectivistas, esos que caricaturizan las leyes de la economía, postulando que el éxito de unos solo se logra despojando a otros.

Todo forma parte de un prejuicio muy arraigado en el pensamiento de la izquierda clásica. Muy funcional, además, a la prédica new age del expresidente Mujica, cuando recomienda a los jóvenes que trabajen menos y disfruten del hedonismo de la vida.

Quienes hemos optado por trabajar mucho -no por avaricia ni masoquismo, sino para amparar a nuestras familias y favorecer a la sociedad- percibimos que el sistema nos tira para atrás. Cada vez que nuestros agradecidos contadores nos calculan el IRPF, los unipersonales e independientes lamentamos no tener un solo laburito de ingreso fijo que nos libre de esa zozobra.

Los que saben, apuntan que solo un tercio de los trabajadores paga IRPF, dando a entender así que esto es cosa de privilegiados y ricachones.

Mi percepción es que lo paga una vasta clase media que pierde con ello capacidad de ahorro y de inversión e incluso se amputa la oportunidad de crear nuevas fuentes de trabajo. Transfieren los recursos ganados con el sudor de su frente a burócratas que construyen estadios deficitarios y entierran pilotes en el cauce del Río de la Plata.

Y después se escandalizan porque aparecen en la vereda de enfrente tirabombas como Milei, que fundamentan en estas injusticias sus inquietantes discursos antisistema.

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