Álvaro Ahunchain
Álvaro Ahunchain

Feliz cumpleaños, querido Taco

Sin duda 1922 es un número mágico para la cultura uruguaya, porque fue el año en que nacieron China Zorrilla, Jorge Páez Vilaró, Homero Alsina Thevenet, Walter Rela, Ruben Castillo… y Antonio Larreta, nuestro inmenso “Taco”.

Hago mías las palabras de Hugo Burel, en su columna del domingo pasado: fue el último uruguayo renacentista. Brilló como actor, dramaturgo, adaptador, guionista de cine y televisión, novelista, ensayista, traductor, director de teatro y cine, empresario teatral, crítico…

En ese libro imprescindible que es el Diccionario del Teatro Uruguayo de Jorge Pignataro y María Rosa Carbajal, descubrimos que su primera actuación teatral data de 1945: tenía 23 años y trabajó como figurante en una obra de Eurípides. Desde entonces, no paró más.

Empezó a ejercer la crítica teatral y cinematográfica en este diario a los 26 años, al tiempo que avanzaba en su carrera de actor y estrenaba la primera pieza de su autoría, Una familia feliz.

Si algo lo caracterizó como director teatral, director artístico e incluso productor de espec-táculos, fue la empecinada jerarquía de sus repertorios.

Taco posee el récord de haber fundado dos compañías teatrales que constituyen momentos estelares de la cultura nacional: Club de Teatro (1949) y Teatro Ciudad de Montevideo (TCM, 1960). Entre medio se dio el lujo de convertirse en asistente de Giorgio Strehler, en el Piccolo Teatro de Milán.

Si algo lo caracterizó como director teatral, director artístico e incluso productor de espectáculos, fue la empecinada jerarquía de sus repertorios, en los que combinaba atractivas puestas en escena de clásicos con la introducción al país de autores emergentes norteamericanos y europeos.

Su amigo y colaborador de todas las horas, el gran actor Juan Jones, me hizo notar el año pasado, en plena pandemia, que Taco se había adelantado a su tiempo, estrenando en 1954 su obra Oficio de tinieblas. Allí, un grupo humano aislado en una casa de campo, se refugia de una peste mortal que está asolando al mundo. “No todos murieron”, dice el personaje que cierra la acción; “de aquellos que murieron, no todos murieron como héroes; de aquellos que murieron como héroes, no todos supieron la razón de su muerte”.

En su libro sobre China Zorrilla A mí me aplauden, Diego Fischer evoca la época gloriosa del TCM, cuando junto a Enrique Guarnero presentaban ocho títulos por año, a sala llena. En 1961 emprenden juntos una gira por Madrid y París: obtienen premios y aplausos, pero como pasa con tantas empresas culturales ambiciosas, pierden mucho dinero. Entonces Taco se dispone a “escribir un éxito” para recuperar económicamente a la compañía y ahí nomás le sale Un enredo y un marqués (1963), uno de los batacazos de público más grandes de la historia de nuestro teatro.

Se abría una época de efervescencia política: en 1971, escribe Juan Palmieri sobre las revueltas estudiantiles, la muerte del Che y el ascenso del MLN. Al año siguiente se exilia en España y comienza otra etapa creativa: la de guionista de televisión, con éxitos formidables como Curro Jiménez, Los gozos y las sombras y Goya. Sorprende al mundo literario de habla hispana ganando el Premio Planeta con su novela Volavérunt y guiona varios filmes memorables de Mario Camus, Jaime Chávarri y Pilar Miró.

De vuelta en Uruguay, con la recuperación democrática, funda Teatro del Sur, reeditando con esa compañía la alta exigencia de repertorio que caracterizaba al TCM, y trae en 1994 un equipo de Radiotelevisión Española para rodar toda una temporada de Curro Jiménez en Uruguay, que dio trabajo y prestigio a centenares de actores y técnicos compatriotas.

Estrenó por primera vez en el país al francés Bernard-Marie Koltés (“Roberto Zucco”) y al estadounidense Tony Kushner (Ángeles en América); actuó en teatro y cine, escribió novelas, dramas y ensayos de investigación y volvió a las páginas de El País, con columnas inolvidables por su refinamiento y erudición. (Valore el lector que en este diario compartieron sus saberes y sensibilidades intelectuales inmensos como Taco, China Zorrilla, Jorge Abbondanza, Carlos Maggi y Luciano Álvarez. Yo lo vivo como un honor inmerecido y desafiante, cada vez que escribo).

Incluso tuvo tiempo y brillantez para avizorar la decadencia cultural que se venía. En su novela Ningún Max parafrasea la famosa frase de Pascal (“el corazón tiene razones…”), convirtiéndola jocosamente en “la cultura tiene sutilezas que internet ignora”.

Sobre el final, su aguda lucidez se fue apagando lentamente. Murió en 2015 a los 92 años.

Hoy de noche, en la hermosa sala teatral “Antonio Larreta” del Lawn Tennis, Alfredo Goldstein repondrá en su homenaje Las maravillosas, una pieza que Taco había estrenado con la Comedia Nacional en 1988. Vale la pena verla, porque será reencontrarse con su pluma sutil y su mirada inteligente y comprometida de la historia del país, a través de varias mujeres legendarias que supieron forjarla.

Era inmensamente culto. Generoso. Desbordaba talento en cada proyecto que emprendía. Y recordarlo es reivindicar un Uruguay de la excelencia que, hoy más que nunca, nos compromete y desafía.

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