Álvaro Ahunchain
Álvaro Ahunchain

Elogio de lo inútil

Un interesante artículo de Juan Felipe Migues, publicado en este diario, aporta argumentos en favor de un cambio educativo orientado a formar a los jóvenes para el mercado de trabajo.

En este tema suele debatirse desde trincheras fundamentalistas: de un lado están quienes reclaman una coherencia absoluta entre contenidos curriculares y demanda laboral, y del otro quienes abominan de ello, fundándose en prejuicios obsoletos.

Ni lo uno, ni lo otro. Es imprescindible capacitarlos para una inserción laboral eficiente, que los aleje de la deserción y marginación. Pero creo que hay que tener cuidado en evitar pasarse de la raya, despreciando un contenidismo que es visto como superfluo, aunque diste mucho de serlo.

Hace unos años, cuando la necesidad de una imperiosa reforma educativa empezó a romper los ojos, escuché a un buen amigo opinando que no tenía sentido que los liceales tuvieran que estudiar a Lope de Vega. Parece que estuviéramos tan enfocados en generar recursos humanos para profesiones prósperas y demandadas, que se nos escapa la tortuga: la enseñanza humanística no es un mero adorno para exhibir en las tertulias de boliche; es un componente principal en la formación integral del individuo. El sistema formal no solo debe capacitar a trabajadores competentes.

También (y sobre todo) debe formar ciudadanos. Nadie pide que en tiempos de Google se exija a los chiquilines recitar fechas históricas de memoria. Pero es urgente despertar en ellos la sed de conocimiento científico y filosófico, de análisis de la historia, de disfrute de la poesía y el arte. Es la exaltación de lo aparentemente inútil, lo que parece no tener aplicación práctica inmediata, pero sirve para refinar la sensibilidad, enriquecer el intelecto y consolidar valores éticos.

Cuando hablo de estas cosas, debe quedar claro que no me estoy refiriendo a mandatar a niños de escuela, en una fiesta de 1 de mayo, para que alcen sus puños coreando “el pueblo unido jamás será vencido”. Todo lo contrario.

Estudiar las “Coplas por la muerte de su padre” de Jorge Manrique, es asomarnos al misterio más grande de la vida, y vaya si será importante hacerlo, para aprender a vivir con conciencia su fugacidad.

La rentabilidad de esta inversión en cultura humanista no se mide en dinero, pero es la que hace la verdadera diferencia en el mejoramiento de la sociedad. La revuelta popular que el citado Lope versifica en “Fuenteovejuna” o la crítica mirada histórica que hace Bertolucci en “Novecento” aportan conocimientos y valores mucho más hondos que los pueriles discursos doctrinarios de los comités de base.

Podrá ser útil entrenar ingenieros de sistemas, pero para escapar a la misma pendiente por la que están cayendo otros países latinoamericanos, resulta imprescindible que formemos ciudadanos. No es difícil: hay que decidirse de una vez por fortalecer de verdad el aprendizaje de lectoescritura, porque una mente que no se sabe expresar difícilmente podrá pensar por sí misma y cuestionar su entorno.

Hace unos días tuve el privilegio de asistir a la presentación del Plan Educativo-Cultural de la ANEP, donde Horacio Bernardo anunció los programas que está implementando el organismo: fortalecimiento del pensamiento uruguayo, estímulo del pensamiento crítico, descentralización educativa-cultural y promoción de la labor intelectual docente. Por ahí debe ir la cosa. Ese es el camino.

Reportar error
Enviado
Error
Reportar error
Temas relacionados