Álvaro Ahunchain
Álvaro Ahunchain

A dinamitar, a dinamitar

Dos videos de esos que se toman con teléfonos celulares, de dos lugares alejados del planeta, coinciden en evidenciar una misma realidad inquietante.

Uno de ellos muestra una trifulca generalizada entre estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, acontecida el martes de la semana pasada en pleno hall de ese centro de estudios.

El otro proviene de la célebre Sorbona francesa, ocupada desde el último miércoles por varios cientos de estudiantes que gritaban a coro “ni Macron ni Le Pen”.

Acá enfrente, cruzando el charco, la pelea a trompadas entre estudiantes de filosofía y letras se dio por la enemistad furibunda entre dos agrupaciones de extrema izquierda: el “Nuevo Más, Partido Obrero” y el “Partido de los Trabajadores Socialistas”.

En la génesis del enfrentamiento parece estar que uno de los dos bloques se impuso sobre el otro por escaso margen, en elección universitaria reciente. Pero la causa ocasional de los desbordes fue que la agrupación mayoritaria retiró de la facultad carteles colocados por los otros, que pedían la liberación de Jaru Alexander Rodríguez, uno de los detenidos por el ataque vandálico al despacho de la vicepresidenta Cristina Fernández.

Un dirigente nacional del Nuevo Más tuiteó que “repudiamos la violencia del FITU contra nuestra agrupación estudiantil ‘¡Ya Basta!’ en Filosofía y Letras de la UBA, que no se aguanta un resultado electoral adverso y que con métodos estalinistas de patota quiere avasallar a nuestra agrupación y a sus logros obtenidos con militancia en los últimos años y a la votación histórica de hace días”. Pero en contrapartida, agrega que rechazan las sanciones de las autoridades universitarias por la trifulca. “Ninguna sanción para las y los estudiantes”, exclama épicamente y en inclusivo.

Allá en la ciudad luz, la revuelta es aún más generalizada.

“La Sorbona ocupada contra Macron, Le Pen y su mundo”, reza un cartel que los estudiantes dejan caer de un balcón frontal. En su mayoría votantes del ultraizquierdista Jean-Luc Mélenchon, los muchachos protestan contra el balotaje que los obliga a elegir “entre derecha y extrema derecha”, algo que se repite desde hace 20 años.

Es elegir entre “la peste o el cólera”, dicen. Una portavoz del movimiento declara que “Le Pen es muy fascista. Sus propuestas son realmente repugnantes. Pero Macron está destruyendo todas las estructuras sociales de nuestro país. Él dice que es para que el país sea más dinámico. ¡Nosotros no queremos eso! Queremos un país donde podamos vivir bien, como sociedad. Que no sean solo los ricos los que vivan bien”.

El final probable de la película debería preocuparles aún más, si de verdad piensan que Le Pen es tan fascista. Porque la abstención de un porcentaje elevado de ultraizquierdistas puede favorecer la chance de esa temible candidata, que con su discurso -pasterizado en lo ideológico en comparación con las barbaridades que decía su padre en otras épocas- tuvo un exitoso desempeño en la primera vuelta. Por supuesto que no faltan los medios que ven en esa revuelta infantiloide un nuevo mayo del 68, pero ese ya sería otro tema…

La Universidad de Buenos Aires es una de las más prestigiosas de América Latina y del mundo. Respecto a la Sorbona, ni siquiera habría que reiterarlo. Sin embargo, asistimos impávidos a que en la primera, quienes estudian filosofía y letras, ¡nada menos!, igual no pierden oportunidad de agarrarse a las trompadas, como lo harían las hinchadas de Boca y River en una final electrizante. Y en la segunda, el video que los muestra maldiciendo a los candidatos en el anfiteatro de la facultad puede dejar a los cánticos violentistas de las barras futboleras a la altura del arroró.

Sería bueno entender por qué pasan estas cosas justo en instituciones donde debería primar el amor al conocimiento, la tolerancia a quien piensa distinto, el debate constructivo y la búsqueda de la verdad, antes que la imposición prepotente de eslóganes huecos.

Sería bueno preguntarnos por qué asistimos a estas imágenes con indiferencia, dándolas por previsibles, en lugar de escandalizarnos ante una tan sorprendente degradación del espíritu académico.

En mis lejanos tiempos de estudiante, mis compañeros de clase cantaban “A desalambrar”. La verdad es que aquello era bastante más sano que este “A dinamitar”. Pandillas de troscos agarrándose a trompadas, franceses ultras rechazando el pronunciamiento democrático de la ciudadanía… Si la izquierda militante y culta funciona así, ¿cómo no va a crecer la ultraderecha como leche hervida?

Un analista político argentino dijo hace unos días por televisión que el perfil del votante de cierto candidato de su país es el de “un motoquero de Rappi”.

Supongo que con eso quiso desprestigiar al político, pretendiendo mostrar que convence a personas sin cultura. La verdad es que, viendo el comportamiento de muchos estudiantes universitarios y futuros filósofos, me quedo con el motoquero de Rappi, toda la vida.

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