Álvaro Ahunchain
Álvaro Ahunchain

Conservar o cambiar

En recientes declaraciones, el intendente Yamandú Orsi tira de la cuerda, con inteligencia, para corregir una errónea senda comunicacional de la oposición:

“A veces tenemos la costumbre de que, como tenemos la verdad en un puño, vamos y la zampamos; y de repente capaz que tenemos razón, pero aquel que no te acompañó, difícil que vuelva a hacerlo si lo primero que le decís es ‘jodete, por qué los votaste’“. Es apreciable que un precandidato del FA comprenda e intente hacer comprender que la execración de quien no los vota es contraproducente, que lo único que logra es alejarlos más en vez de atraerlos.

Sin embargo, a continuación Orsi matiza lo que él mismo ha señalado, cuando refiere a la victoria de Lula: “nos dimos cuenta de la dimensión de lo que se tuvo que armar para voltear al fascismo en Brasil”. Llama la atención que resulte tan difícil para la izquierda aceptar que Bolsonaro recibió el 49% de los votos, y que elijan estigmatizarlo antes que analizar las causas de ese enorme apoyo popular. Ahí es cuando resuelven el problema hablando del poder mediático, las fake news y las iglesias evangélicas, sin siquiera considerar porqué casi la mitad de la ciudadanía realmente no quiso saber de nada con lo que ellos suponen es el lado democrático y justiciero de la política. Etiquetar como fascistas a tantos votantes brasileños también es pretender tener la verdad en un puño y zamparla a los demás. Les cuesta desprenderse de la polarización simplificadora, aun en el mismo momento en que intentan combatirla.

Otro pasaje de ese discurso, que me resultó conceptualmente muy rico, tiene que ver con el eje de transformadores y conservadores. Dice Orsi que hay que volver a “conectar con aquel que tiene las tradiciones, aquel conservadurismo que también reconozcamos que todos llevamos un poquito adentro”.

Reitera un argumento que viene manejando la izquierda desde la generación del 45: blancos y colorados son partidos “tradicionales” y por tanto representan el conservadurismo. Cinco décadas después de su fundación, y dada su exitosa evolución electoral, no creo que existan dudas de que el FA es un partido tradicional más. De ahí que en los últimos tiempos se ha dejado de usar académicamente aquella expresión referida a los partidos Nacional y Colorado, sustituyéndola por la de colectividades “fundacionales”, que parece más precisa.

En cuanto al conservadurismo, resulta un concepto por lo menos discutible. Si uno analiza la acción y el discurso de estos partidos desde 1985 hasta el presente, cuesta calificar de conservadores los cambios impulsados por sus gobiernos.

Más bien debería decirse todo lo contrario de los centros CAIF, las escuelas de tiempo completo y la primera reforma de la seguridad social de los gobiernos de Sanguinetti. Al igual que las medidas de liberalización económica del de Lacalle Herrera (seguros, puertos, telefonía) y de Jorge Batlle, o la actual e imprescindible transformación educativa y nueva reforma previsional del de Lacalle Pou.

La oposición ha reaccionado siempre airadamente contra estas transformaciones, posicionándose así en el eje conservador: en lugar de encarar los dolores de parto de los cambios, entienden preferible dejar todo como está y así lo manifiestan una y otra vez, tanto en declaraciones públicas como en marchas y protestas sindicales.

Hoy es el FA y el Pit-Cnt quienes apelan al “conservador que todos llevamos dentro”. Pero la única verdad es la realidad y, desconocerla, nos seguiría empantanando en un pasado cuyas reglas resultan inaplicables en el mundo de hoy.

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